lunes, 13 de septiembre de 2021

EL CORTIJO DE LA ZARBA

El CORTIJO DE LA ZARBA

Castillo en las nubes de los Spencer 

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico diario de Almería de 12 de septiembre de 2021.

Los cortijos de mi tierra sevillana con vocación de pueblo y volúmenes múltiples, tejados y altos muros, solo se parecían a los almerienses, tan planos y sencillos, en el nombre y en el blanco de la cal. Esta fue una de las muchas sorpresas que me deparó desde mi llegada hace más de cincuenta años, una Almería mágica a cuyo descubrimiento me dediqué con entusiasmo. A la búsqueda de sitios sugerentes para la pintura y también para la historia, me llevaban los cinco caballos de mi negra moto DKW por los malos caminos que me deparaban los buenos paisajes... o la torre, la ruina, la fuente. 


Alguien me habló de un castillo en un paraje de la carretera Roquetas-Alicún y allá que fuí; cuesta, cañada y baches hasta encontrarme de frente con un cortijo sencillo al que le habían añadido dos torres cilíndricas en la fachada principal, lo que le confería un cierto aspecto de fortín que no ocultaba del todo su pasado de casa ganadera evidenciado por el viejo aljibe y los corrales. Ruinoso y medio destechado, ya casi vencida la cal, sus muros parecían deseosos de echarse al suelo…

 

Lo dibujé y otra vez cañada y baches abajo, pensando en la idea de fortaleza que tendría aquel que me dijo que la casa era castillo… en el aire añadí yo. Pero aún así no dejaba de ser una obra peculiar que la supe una finca más de las reunidas en Enix por la prosperidad de los Spencer; la olvidé y sin saber cómo retornó hace poco a mi mente pero tan debilitada que ni del nombre ni el sitio me pudo dar razón. Me costó más de un viaje a la zona hasta que la suerte quiso que en Enix hallara la pista y con mi amigo Paco Martín Villegas, que me suele acompañar en estas búsquedas soportando matracas históricas, subí la Cañada Real, ahora pista, hasta que al fin di de frente con el cortijo de La Zarba.


Estaba muy cambiado; con más buena intención que acierto a partir de 2014 los cuartos europeos lo habían ido restaurando hasta convertirlo en casa forestal; con sus cúpulas rojas, entre rusas y extravagantes, las torres habían sido revestidas de piedra y hecho más falsas; la obra toda, pintada de ocre, ceñida por zócalo y acera y en la fachada principal dos poyetones corridos. Tan fea, que me niego a traer su foto actual para ilustración de este texto y tiro del dibujo nostálgico que la representa tal como yo la vi, cuando en su abandono conservaba dignidad y solera de las que nada queda hoy a no ser los corrales vacíos y el aljibe a rebosar de agua y años.


Con la idea estúpida de que lo público no es de nadie, los depredadores han  arramblado con cuanto de utilidad pusieron en el interior de la casa: placas, puertas, grifos... imagino que detrás vendrán las tejas y tras ellas la ruina. Se diría que la historia, tomada la justicia por su mano, ha comenzado a deshacer lo hecho convencida de que por algo es milagro la resurrección, que restaurar no es disfrazar. Busquen en las redes, pasen y vean y luego me dicen qué les parece el disfraz. 


Un disfraz nada que ver con el glamour con que viste Venecia sus carnavales, sino el de trapillo propio de barrio. Atuendos cercanos pero distantes, como fueron siempre las noblezas alta y baja en Europa y en especial en Inglaterra donde tanto se entiende de matices y clasismo. El cortijo de La Zarba nada tiene que ver con Althorp House de Northampton: palacio grandioso, lujo y arte en el que hoy moran el IX conde de Spencer, vivo y que Dios guarde, y su hermana Diana de Gales, difunta, la que iba para consorte de rey inglés y ha acabado reinando sobre la corte fantasma de antepasados formada por medio milenio de genealogía familiar.

  

En Leicester, alejado de aquel palacio  treinta millas y cientos de grados de parentesco, el joven Joseph D' Spencer iba para médico, cuando sintió la llamada de los negocios, piensa en el de la minería, lo plantea en casa y tras la pelea familiar embarca para convertirse en el primero de este linaje venido a Almería donde es acogido con la ración de recelo que por extranjero le corresponde: doble por las agravantes de inglés y protestante.


Desconfianza que arreciaba a la hora de tomar estado y hasta con lupa lo miró en 1826 la familia vicaria, minera y escamada de la joven doña Carmen Sánchez a la que aquel inglés había preñado con resultado de niña. El expediente matrimonial formado por la iglesia de Almería le sirvió al míster para dejar clara su condición: era hijo de Juan, "squire", escudero, hidalgo, y había recibido en 1786 el agua, anglicana, del bautismo en la catedral de Leicester de las manos del obispo Duffel, de ahí la D' de su nombre completo: Joseph D' Spencer, y Fenton, por Juana, su bendita madre.


Solo así, con hija, esposa y hacienda españolas, pudo míster Joseph pasar a ser don José Spencer, eso sí sin dejar de ser súbdito de su graciosa majestad británica, un empresario atraído por los brillos de los metales de nuestra tierra que le proporcionan un cuantioso capital, gran parte del cual es empleado en la adquisición de tierra en Enix sin que ello distrajera en nada su actividad empresarial que se va a mantener con éxito aún después de su muerte en 1851 a través de doña María, su hija, y el marido de ésta don Fernando Roda, un eminente empresario abderitano con el que constituyó la firma Spencer Roda.

 

De la rama de don José, desgajada del árbol Spencer enraizado en Inglaterra, brotaron las de Almería que lucieron con verdor propio y se fueron entretejiendo con las familias más notables de su burguesía, dando origen a sucesivos brotes y rebrotes emprendedores de éxito, aquí y en otras tierras, las últimas narradas por Antonio Sevillano recientemente en este mismo Diario.


Pero eso pertenece al alma del cántaro y yo en esta ocasión, materialista, me he quedado en el barro primo hermano del que trabó la piedra de los muros de La Zarba, el cortijo que cuando podía dormir y no le zumbaban las nanas del desvelo los Molinos de la Loma, soñó ser, y lo fue, castillo en las nubes de los Spencer.





EL CORTIJO DE LA ZARBA

EL CORTIJO DE LA ZARBA

Castillo en las nubes de los Spencer 

Artículo de José Luis Ruz publicado en el periódico Diario de Almería de 12 de septiembre de 2021.

"Los cortijos de mi tierra sevillana con vocación de pueblo y volúmenes múltiples, tejados y altos muros, solo se parecían a los almerienses, tan planos y sencillos, en el nombre y en el blanco de la cal. Esta fue una de las muchas sorpresas que me deparó desde mi llegada hace más de cincuenta años, una Almería mágica a cuyo descubrimiento me dediqué con entusiasmo. A la búsqueda de sitios sugerentes para la pintura y también para la historia, me llevaban los cinco caballos de mi negra moto DKW por los malos caminos que me deparaban los buenos paisajes... o la torre, la ruina, la fuente. 


Alguien me habló de un castillo en un paraje de la carretera Roquetas-Alicún y allá que fuí; cuesta, cañada y baches hasta encontrarme de frente con un cortijo sencillo al que le habían añadido dos torres cilíndricas en la fachada principal, lo que le confería un cierto aspecto de fortín que no ocultaba del todo su pasado de casa ganadera evidenciado por el viejo aljibe y los corrales. Ruinoso y medio destechado, ya casi vencida la cal, sus muros parecían deseosos de echarse al suelo…

 

Lo dibujé y otra vez cañada y baches abajo, pensando en la idea de fortaleza que tendría aquel que me dijo que la casa era castillo… en el aire añadí yo. Pero aún así no dejaba de ser una obra peculiar que la supe una finca más de las reunidas en Enix por la prosperidad de los Spencer; la olvidé y sin saber cómo retornó hace poco a mi mente pero tan debilitada que ni del nombre ni el sitio me pudo dar razón. Me costó más de un viaje a la zona hasta que la suerte quiso que en Enix hallara la pista y con mi amigo Paco Martín Villegas, que me suele acompañar en estas búsquedas soportando matracas históricas, subí la Cañada Real, ahora pista, hasta que al fin di de frente con el cortijo de La Zarba.


Estaba muy cambiado; con más buena intención que acierto a partir de 2014 los cuartos europeos lo habían ido restaurando hasta convertirlo en casa forestal; con sus cúpulas rojas, entre rusas y extravagantes, las torres habían sido revestidas de piedra y hecho más falsas; la obra toda, pintada de ocre, ceñida por zócalo y acera y en la fachada principal dos poyetones corridos. Tan fea, que me niego a traer su foto actual para ilustración de este texto y tiro del dibujo nostálgico que la representa tal como yo la vi, cuando en su abandono conservaba dignidad y solera de las que nada queda hoy a no ser los corrales vacíos y el aljibe a rebosar de agua y años.


Con la idea estúpida de que lo público no es de nadie, los depredadores han  arramblado con cuanto de utilidad pusieron en el interior de la casa: placas, puertas, grifos... imagino que detrás vendrán las tejas y tras ellas la ruina. Se diría que la historia, tomada la justicia por su mano, ha comenzado a deshacer lo hecho convencida de que por algo es milagro la resurrección, que restaurar no es disfrazar. Busquen en las redes, pasen y vean y luego me dicen qué les parece el disfraz. 


Un disfraz nada que ver con el glamour con que viste Venecia sus carnavales, sino el de trapillo propio de barrio. Atuendos cercanos pero distantes, como fueron siempre las noblezas alta y baja en Europa y en especial en Inglaterra donde tanto se entiende de matices y clasismo. El cortijo de La Zarba nada tiene que ver con Althorp House de Northampton: palacio grandioso, lujo y arte en el que hoy moran el IX conde de Spencer, vivo y que Dios guarde, y su hermana Diana de Gales, difunta, la que iba para consorte de rey inglés y ha acabado reinando sobre la corte fantasma de antepasados formada por medio milenio de genealogía familiar.

  

En Leicester, alejado de aquel palacio  treinta millas y cientos de grados de parentesco, el joven Joseph D' Spencer iba para médico, cuando sintió la llamada de los negocios, piensa en el de la minería, lo plantea en casa y tras la pelea familiar embarca para convertirse en el primero de este linaje venido a Almería donde es acogido con la ración de recelo que por extranjero le corresponde: doble por las agravantes de inglés y protestante.


Desconfianza que arreciaba a la hora de tomar estado y hasta con lupa lo miró en 1826 la familia vicaria, minera y escamada de la joven doña Carmen Sánchez a la que aquel inglés había preñado con resultado de niña. El expediente matrimonial formado por la iglesia de Almería le sirvió al míster para dejar clara su condición: era hijo de Juan, "squire", escudero, hidalgo, y había recibido en 1786 el agua, anglicana, del bautismo en la catedral de Leicester de las manos del obispo Duffel, de ahí la D' de su nombre completo: Joseph D' Spencer, y Fenton, por Juana, su bendita madre.


Solo así, con hija, esposa y hacienda españolas, pudo míster Joseph pasar a ser don José Spencer, eso sí sin dejar de ser súbdito de su graciosa majestad británica, un empresario atraído por los brillos de los metales de nuestra tierra que le proporcionan un cuantioso capital, gran parte del cual es empleado en la adquisición de tierra en Enix sin que ello distrajera en nada su actividad empresarial que se va a mantener con éxito aún después de su muerte en 1851 a través de doña María, su hija, y el marido de ésta don Fernando Roda, un eminente empresario abderitano con el que constituyó la firma Spencer Roda.

 

De la rama de don José, desgajada del árbol Spencer enraizado en Inglaterra, brotaron las de Almería que lucieron con verdor propio y se fueron entretejiendo con las familias más notables de su burguesía, dando origen a sucesivos brotes y rebrotes emprendedores de éxito, aquí y en otras tierras, las últimas narradas por Antonio Sevillano recientemente en este mismo Diario.


Pero eso pertenece al alma del cántaro y yo en esta ocasión, materialista, me he quedado en el barro primo hermano del que trabó la piedra de los muros de La Zarba, el cortijo que cuando podía dormir y no le zumbaban las nanas del desvelo los Molinos de la Loma, soñó ser, y lo fue, castillo en las nubes de los Spencer."







lunes, 30 de agosto de 2021

¡¡SE ME APARECIÓ LA VIRGEN!!


¡¡SE ME APARECIÓ LA VIRGEN!! Una Almería del siglo XVIII


Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almeria del 30 de agosto de 2021.


"Buscando una cosa siempre te aparece otra. Tras un grabado perdido del Archivo Municipal andaba cuando de pronto se me ha aparecido la Virgen del Mar en las manos generosas de Juan José Tonda: un cuadro de la patrona de Almería, de los muchos que la devoción popular le dedicó en el siglo XIX; pintado en 1864 por Juan Fernández, a quien sé mejor pintor que aquí aparenta por dos cuadros suyos que hay en casa fechados en 1841. 


Virgen, blasón y angelotes constituyen la aportación del artista, un tanto fría y gloriosa que nada añade en lo histórico a Almería, al contrario de lo que ocurre con la parte inferior de la obra en la que el pintor copia de otra del siglo XVII, un fragmento de interés con una vista de la ciudad animada por personas y animales evocadores de los cuadros barrocos de Martínez del Mazo y en la que ha echado a volar dos ángeles de escudo gritando a voz en cinta: "Dichosa ciudad de Almería", no se sabe si por la Virgen, o por la inminencia  de la primera República anunciada por la corona mural y el anhelo del célebre don Ramón Orozco, probable autor del encargo… o tal vez por la vista de la ciudad que es por lo que yo, poco pío y aún menos político, me inclino llevado de mi obsesión histórico artística. 


Compartiendo mula con el prior, la Virgen llega por la playa imposible de El Cañarete, como si en vez de en la Torre García, hubiera aparecido en la de La Garrofa. ¿Y por qué no? ¿Es que no se ha venido la puerta del Mar o tal vez la de Purchena a hacer de castillo de San Telmo? ¿Es es que acaso tiene norma el belén para colocar el camino de los Reyes Magos? Vienen por donde ellos quieren, que es por donde queremos nosotros y si esto lo hacen los Reyes, qué no podrá hacer la Virgen. Pues todo. Hasta tener casa dónde quiera. Ya la tuvo en un barco. Y en una torre vigía. Y ahora la del santuario con sus dominicos se ha trasladado extramuros para recibirla, y salir en la foto, posando en lo que es hoy la avenida del Ancla que ya tendrá luego, vía milagro, tiempo para darse la vuelta y retornar a su lugar con el ama dentro.


Se esmeró el artista decimonónico con los personajes y animales de la obra de su lejano colega barroco y recrea una procesión nada acorde con la humilde comitiva con la que el prior trajo en 1502 a la que habría de ser patrona de Almería, en una burra con dos peones armados y un puñado de aldeanos de El Alquián, La Cañada y Los Molinos de Viento... Como la leyenda se agranda con la fe y los años, en el siglo XVII ya es cortejo a caballo, presenciado por damas y caballeros tan engalanados que invitan a hacer de esta ciudad aquel fandango de Calaña: "Almería ya no es Almería / que es un segundo Madrid..." y eso parece en la pintura: una especie de corte opulenta que, sin muestra alguna de pobre ni menesteroso, recibe a la Virgen mientras un navío dispara salvas de honor, al unísono de la puerta del Socorro, tan oculta por el humo de la pólvora como la identidad del que la nombró en un viejo plano "de la Sortida" -la Salida en catalán- un  lumbreras que al tiempo de descubrir que las puertas, igual que para entrar, sirven para salir, le puso en el mismo idioma la "Garrofa" a la Algarroba y el "Palmer" a El Palmar y se sentó a descansar.


Frente al cuidado del pintor al copiar personajes y animales, la desgana empleada con las fortificaciones que quedan imprecisas y pobres en detalles; una pena que obliga a nuestra imaginación a quitar lo poco sobrante y añadir lo mucho que falta, si es que queremos contemplar la vista marina de la ciudad tal como la vió hace casi cuatro siglos el artista anónimo, conocedor de Almería según confirma el paisaje cierto que hace de ella, la Vega, la punta del Río y el cabo de Gata en lontananza...


En el primer baluarte, ante el que asoman restos de la coracha de poniente, ondea la bandera bicolor, un anacronismo del pintor, ignorante de que en la época del cuadro original, en el siglo XVII, no existía la enseña rojigualda, que es cosa del rey Carlos III. Toda la muralla del Mar está representada en perspectiva cónica y en consecuencia un baluarte solapa al siguiente y a medida que se va alejando, la muralla se estrecha y difumina dejando ver en su promedio lo que parece ser la puerta del Mar, la torre sobre la que se inclinan dos palmeras tal vez enraizadas en el huerto del convento de la Trinidad, luego el baluarte de Santo Domingo y la coracha de levante y, ya al final, en el punto de fuga, el principal de la perspectiva por el que se nos van las miradas al infinito, se ve bracear al viento una cruz de aspas de lona blanca diciendo con voz lejana de horizonte ¡Soy el molino del grabado perdido!..


El ingenio del que les hablé en este mismo Diario hace ahora un año y sobre el que se retrató la Virgen del Mar dándome así pie para llamarla Molinera; no fue pues sueño mío, sino realidad plena el grabado que en el archivo vi hace más de cuarenta años: el molino de la Torre del Obispo, que no sabía yo que los prelados de Almería, además de las de la catedral fortaleza, tuvieran torre en la muralla y encima con molino añadido.


Esta obra sirve de consuelo para la perdida del Archivo del Ayuntamiento, pero no la sustituye, pues era aquella mucho más cercana y documental, un grabado tan interesante que no se merece vivir secuestrado. Al ver que ni respuesta mereció mi denuncia formal ante el Ayuntamiento, me he visto en la obligación de acudir al señor Obispo de la Torre del Molino que a mi ruego ha dictado la excomunión para su raptor. Temblando estará el pillo. Yo creo que es solo cuestión de siglos su reaparición. Ya me veo gritando, poseso y con la boca prestada de mi tataranieto: ¡La Virgen! ¡¡se me apareció la  Virgen!!"

domingo, 22 de agosto de 2021

CARLOS V, DE NÍJAR A ALMERÍA


CARLOS V, DE NÍJAR A ALMERÍA.

La torre mayor de la  Alcazaba.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 22 de agosto de 2021. Dibujo original del autor.


"Recuerdo la primera vez que entré en Ibiza por la puerta del Mar de su imponente muralla y  en el corto rato que tardé en traspasar aquel recinto acodado, túnel del tiempo de piedra añeja, me sentí como inmerso en Ávila, hasta que salí a la luz encalada de la ciudad vieja y entonces comprendí que solo un rey tan enlutado como Felipe II era capaz de llevar Castilla al Mediterráneo.


Algo parecido me ocurrió al acceder al recinto final de la Alcazaba, cuando cegado por la ruina luminosa del segundo cuerpo me hallé entre muros austeros con el escaso adorno de algún toque gótico como el de la portada de la torre; desde la plataforma y el espolón de la Pólvora la vista luminosa de la ciudad, su mar y su vieja chanca conservera. Y otra vez al verme rodeado de piedras serias, muchas hasta firmadas por sus canteros, me pregunté qué a quién demonios se le habría ocurrido levantar un castillo castellano dentro de la Alcazaba. 


En el primer caso era obra nueva y en el otro la sustitución de una antigua y tengo que reconocer que no me causaron impresión negativa ninguno de aquellos hallazgos; en contra del cambiazo monumental que con tanta frecuencia se practica en Almería, a favor estoy de la conservación de la obra y de no ser posible, la sustitución por otra con la que el arte salga ganando. 


¿Es que acaso salió perdiendo Córdoba cuando borró la basílica de San Vicente para ganar la Mezquita? En absoluto. No fue cambiazo sino cambio lo que el palacio de Carlos V hizo cuando se plantó en la Alhambra para sustituir unas dependencias árabes de escasa valía por toda una aportación para la historia del arte; cuadrado por fuera, redondo por dentro, puede que el palacio tenga un poco de gallina en corral ajeno pero eso es algo inevitable no solo en el corral de la arquitectura, sino en todos los corrales del arte; no es, pues, para avergonzarse el ser gallina y menos cuando se es, como nuestra fortaleza, gótica y lustrosa, de esas que aportan sangre nueva evitadora de endogamias. Si el mestizaje enriquece  a los pueblos, la mezcla es la que calienta las grandes obras arquitectónicas, siempre frías cuando se mantienen en un solo estilo... 


En todo eso iba pensando mientras me empleaba en el escudriño de este recinto del que luego supe que no siempre tuvo su patio aspecto de mirador turístico: un muro ocultaba la vista del mar mientras otro paredón enorme lo partía en dos, según confirma la herida dejada junto a la puerta de la torre mayor; y supe también que aquella obra comenzada por los Reyes Católicos no se vió coronada hasta los años de su nieto Carlos I, el que se transformaba en V cuando se revestía con el manto de emperador poniendo nerviosa a Europa y hasta al águila de su blasón que duplicaba su cabeza, como el rey el ordinal de su nombre, para repartirse quebraderos. 


No eran épocas de tijeretazos de cintas y no vino el césar a Almería de inauguración, lo hizo por delegación que quedó plasmada en la cara de levante de la torre del Homenaje en forma de piedra heráldica poniendo a sus ancestros a mirar al cabo de Gata para que recibieran el primer sol del día, en el blasón de andar por casa: Castilla, León, Aragón,  o en el completo que añade Austria y media Europa…  que no se sabe por cuál de los dos optó el monarca, yo creo que por el primero, por el mismo que puso en la torre fuerte de la iglesia de Níjar o en la portada de la Catedral.


Y así anduvo el escudo, más de cuatro siglos mirando con melancolía a Lepanto hasta que ya en los tiempos de la decadencia total, cuando España toda entró en almoneda, los chamarileros guiris disfrazados de investigadores fueron comprando arte a precio de ganga… Si se atrevieron con castillos, iglesias, claustros y monasterios enteros cómo no iban a adquirir escudos de piedra por grandes que fueran como este de la torre, que marchó a Alemania de creer a Martín del Rey, que ya saben ustedes cómo se llevaba con la verdad…  lo cierto es que la labra desapareció dejando en el muro una cicatriz grande pero que es de vacuna en un brazo comparada con la que dejó la extirpación del patio en el cuerpo del castillo de Vélez Blanco, en una operación hecha  por el XVI marqués de los Vélez quien por unos miles de duros se vió convertido en excelentísimo antecesor de los pardillos de nuestra niñez a los que los anticuarios callejeros les iban cambiando la buena cerámica nijareña y valenciana por los malnacientes barreños de plástico…


Ahora sí, ahora no, la administración hurga en la herida del castillo velezano como si la quisiera infecta, viva, cuando hay que cerrarla y luego tratar de borrar su cicatriz con la mejor de las cirugías plásticas... y técnica no falta para que la copia fiel venida de Nueva York sea colocada con acierto en el patio fajardo. No he medido el escudo nijareño ni el hueco del de la torre de la Alcazaba, proporcionales parecen y no creo que entrañe problema el acomodo de la réplica heráldica contando con la ayuda inestimable de la escala y el pantógrafo copiador. Al proceder la copia de un original de la tierra no es de esperar rechazo alguno, sino al contrario pues habituada Almería a recibir de Níjar regalos -barro y jarapa, bodas y papas- este del escudo, sería el penúltimo, un presente en agradecimiento a las muchas veces que la ciudad acudió en ayuda de aquella villa, tan extensa de término como sobrada de peligro en su larga costa, tan  difícil de guardar de turcos y berberiscos.


Ahora que anda de restauración la torre del Homenaje de la Alcazaba, es la ocasión para que venga a ella desde Níjar el escudo del águila bicéfala; la reproducción con la que mitigar el dolor un tanto gibraltareño que produce a los españoles sensibles las huellas de estas rapiñas. Y además sería todo un detalle felicitar así al emperador el año en que se cumple el quinientos aniversario de su triunfo sobre unos comuneros que perdieron la cabeza por querer devolvernos al Medievo."


 

 

miércoles, 18 de agosto de 2021

Y SE QUEDARON DE PIEDRA (II)


Y SE QUEDARON DE PIEDRA (II). Fauna petrificada de Almería

Artículo de José Luis aRuz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 28 de marzo de 2021.

"Ni nacíos ni criaos: son jósiles". Fósiles. Eso eran para el pastor toledano las almejas, trilobites, gusanos… los bichos convertidos en piedra, la forma inconsciente que tiene la naturaleza de encantar la vida; animales tan antiguos y lejanos que hasta resulta difícil imaginarlos en acción... por eso no me voy a referir a ellos sino a los que han alcanzado la eternidad por el toque intencionado y mágico del hombre para que, hechos arte, nos sigan demandando atención con trinos, ladridos y relinchos mudos, con silenciosos trotes, aleos y reptares.


Antes que varita fue palote mágico el que tocó la piedra, grasa, pigmento y humo, para encantar en la cueva de Los Letreros, algún animal de nuestra prehistoria, muy borroso pero clarísimo decano de los encantados de Almería.


Más cercano es el atún de Adra modelado en su ir y venir mediterráneo y almadrabero en el anverso de las monedas fenicias de Abdera del que pasaron al templo del reverso desplazados por las efigies de los emperadores romanos al comienzo de nuestra era, del tiempo que data el caballo pony tocado por la varita, ya cincel, de encantar cuando lleva sobre sus lomos a uno de los patricios togados del sarcófago de Berja, aliviándole el largo camino hacia el Museo Arqueológico de Madrid.



De menos antigüedad pero mayor abundancia por presente en todos los escudos reales y en muchos que no lo son, el león suele aparecer siempre de gresca, lo propio de la familia Felix: al primo gato me lo encontré en los Vélez, rubio, casi blanco, en dos escudos de los navarricos Falces, peleando con siete abejas y sentí pena por él hasta que lo supe atacante de la colmena y de ahí venía la defensa, aguijón en ristre y a riesgo de vida, de las abejas, muy laboriosas ellas pero sin ningún sentido del humor y menos del negro. 


Los dos cuervos de la bella fuente mayor de Laujar, gobernando la nave que a mediados del siglo XII, viento en popa, navega hacia Portugal para recoger el cuerpo de San Vicente en su Cabo del Algarve… una historia de la que escribiré en breve. 


Como haré con las palomas del linaje de los Palomares en Fuente Victoria subidas a las torres del escudo de una de las más bellas casas del XVIII en la provincia y a la que la ignorancia y el empecinamiento la atribuyen al "Rey Chico" con el mismo desahogo con el que han convertido la del Moral, en Fondón, en casa de las "Godoyas".  


Los pajaritos de Berja cantando en piedra en dos blasones de Joya, uno al borde de un hoyo en un jardín de la calle Nueva y otro en la copa de un árbol en el zaguán de la casa de otros miembros del linaje tras de la iglesia, muy cerca de donde otra avecilla espera la caída de los frutos del árbol del escudo de los del Moral.


Nacida de huevo de dos yemas, el águila bicéfala fue regalo de Carlos V para que Vera llevara al pecho su escudo con el letrero: "Quien aquí ve esta ciudad, en este llano formada fue ponerle un freno al turco y una llave a toda España", una leyenda que si hoy carece de corrección política vige de pleno ahora con la puerta abierta de par en par y la llave arrojada al mar. Su nieta: el águila adoptada por Pulpí, antiguo anejo veratense, para su escudo. Sus hermanas: las que nuestro primer Austria dió a Almería, a Níjar, a Mojácar... y también a Purchena, a la que Felipe II, por su tibieza  con los moriscos sublevados en 1568, mandó  arrancar las alas que si bien poco le sirven a un águila de piedra, sí son fundamentales para la salvaguarda de su dignidad, doblemente vejada al haberse encomendado la ejecución del castigo a los perros de Villalán que quedaron en el escudo de la iglesia con caritas de no haber roto un plato, pero sin advertir como alguna que otra plumilla le colgaba, chivata, de los hocicos. 


En el órgano de Vélez Blanco del escudo del linaje de Oviedo un águila persigue a un lobo que corre aterrado por un puente. Jamás sabremos si almorzó el ave… ni si acabó el gato de las abejas velezanas con la cara como una bota.


Las águilas macho y hembra de la plaza porticada de Berja, encantadas en hierro colado ejercieron de fuente a la entrada del mercado con el que invadió la plaza en 1926 la dictadura de Primo de Rivera y ahora en vuelo corto se han posado en el edificio primitivo, al que no pertenecieron en origen, pues en 1860 aún no se había creado el escudo municipal que sostienen. Son de una cabeza como el águila del escudo de María que además va coronada, sin duda como trofeo al vuelo heráldico más alto: casi mil doscientos metros que ya es volar para un águila de piedra.


El ciervo traído en su escudo por el obispo Corrionero en 1558, encantado en Tabernas por Juan de Orea cuando se ha puesto, presumido, delante de un árbol para acrecentar con sus ramas su cornamenta y trepado a un risco, como otros ciervos subieron a Níjar, Turrillas, Huebro... llevados por el afán constructor de aquel prelado.


Iba a concluir sin mentar a la "bicha", pero eso sería dar por justa la tirria que se le profesa y bastante tiene ya la pobre con la que le liaron con la manzana, como si la mujer y el hombre necesitaran ayuda para pecar. De su habilidad para trepar, saltar y correr sin necesidad de brazos ni piernas, del mostrarse siempre orgullosa de su ningún parecido con nosotros, le vienen todos sus males; nada de esto le hubiera pasado, como le tengo dicho, de haberse parecido a un osito panda y no mostrarse así, tan libre, tan heterodoxa, unas veces: silencio o silbo, letra o número, ese, zeta, uno, ocho... y otras: lazo, muelle, espiral...


O aro como la sierpe del linaje de Valdivia que vivió rodeando un escudo en Berja hasta que demolida la casa que blasonaba cobró vida y con la piedra a cuesta reptó hacia el Museo de Almería donde la vi hace años semioculta como todo lo que allí estaba sin ser prehistoria.


Y estos son los animalitos que prometí presentarles; ya puedo pasar tranquilo a otra sección del zoo, la mitológica, sabiendo que están todos, ustedes y ellos, encantados de haberse conocido."


 




  

ALMERÍA Y SUS PUEBLOS A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

ALMERÍA Y SUS PUEBLOS A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII.

Libro Ed. Movimiento Indaliano / Sec. Prov. Asoc. Amigos de los Castillos. Almería 1981. 113 pp y 90 ilustraciones. 15X21 cm. Imp Gráficas Mayfer Toledo. D.L. TI 290-1981. 


El libro recoge las circunstancias por las que atravesaban a mediados del siglo XVIII los pueblos y ciudades que hoy conforman la provincia de Almería tomando de base única el catastro del marqués de la Ensenada, repartido en el Archivo Histórico Provincial de Almería, en el de la Real Chancillería de Granada.


Tras la introducción le  sigue un catálogo en el que se recogen  de los lugares, villas y ciudades de la provincia con un resumen de población, su sus estado agrícola y ganadero circunstancias ilustrado por unos dibujos salidos de las manos de auténticos naifs al interpretar  la pregunta 3ª del interrogatorio, referida al "territorio que ocupa el término y que figura tiene, poniéndola al margen" realizando auténticos paisajes en vez de los planos que se solicitan. Las noventa obras poseen la fuerza y encanto  de lo espontáneo  en una rica gama que va desde el puntillismo del dibujo de la villa de Castro a la sencillez extrema del de Huércal Overa. Todos se han realizado con la propia tinta de escritura, salvo un unos pocos que lo han sido con acuarelas de tonos grisáceos como el de Alhama, o con colores más vivos como ocurre con el de Sorbas.

En la época en que se confecciona el catastro, 1750-1753, cuenta el territorio que hoy ocupa la provincia con 92 entidades de población, número que se distribuía en 4 ciudades, 55 villas y 33 lugares. De estos últimos, Felix, Enix, Roquetas y Vícar, con los marchales de Antón López y Miralles, formaban un solo concejo y los cuatro primeros forman hoy municipios independientes,  tal como ocurría con Benínar, Darrícal y Lucainena este último hoy anexo del primero. El lugar de Presidio, entonces concejo independiente, es hoy entidad mayor con el nombre de Fuente Victoria. María y Vélez Blanco tenían el término en común aunque era concejos independientes...


La superficie de la actual provincia es la suma de mayor o menor parte de los antiguos partidos de la Alpujarra, Baza, Guadix y, lógicamente, del de Almería en su totalidad hasta que 1834 se consolidó la provincia de Almería creada en 1822 y se segregaron sus anexos más importante originándose nuevas poblaciones.




HERÁLDICA ECLESIÁSTICA ALMERIENSE


ECLESIASTICA ECLESIÁSTICA ALMERIENSE. Los Escudos eclesiásticos en Almeria y su provincia.

Libro ISBN 605-5030 3, 15X20 cm, 78 págs 141 ilustraciones. Ed Autor. AlmerÍa ,1996.

Imposible es determinar los blasones de los prelados que hasta la conquista de 1488 gobernaron simbólicamente la diócesis de Almería ocupada por los árabes mi. Ni aún del único obispo residente, Domingo, que gobernó Almería de 1147 a 1157, en una época en que Heráldica estaba haciendo su aparición.

Es también muy  improbable que lleguemos  a conocera los blasones que usaron, si es que lo hicieron, sus sucesores, a no ser el de fray Alonso Pernías, un franciscano a quien el Papa Nicolás V, nombró obispo de Almeria, en 1447: el escudo de su linaje fue una pierna armada de una espuela, blasón que grabó en su sepultura del convento de San Francisco de Betanzos.

Se ciñe este trabajo a las armas de los obispos que han ocupado la sede de San Indalecio desde la restauración de la diócesis de Almería por los Reyes Católicos en 1488, a raiz de la citada conquista, hasta nuestros días.

La primera parte de la recopilación la constituye un blasonario de los prelados que gobernaron la diócesis en relación casi completa, a falta de una decena de escudos, por lo general pertenecientes, a obispos que no se consagraron o no residieron o si lo hicieron, fue por corto tiempo. Se han dibujado a tinta, añadiendo su descripción heráldica, un pequeño comentario y unas escuetas notas biográficas, para situar al personaje sin la pretensión de ser un episcopologio, 

A la relación de blasones le sigue un Inventario, cuya mayor parte la constituye las labras de piedra y tallas que se esculpieron para sensibilizar las obras de los obispos en Almería y los pueblos de su provincia, así como otras de los prelados de Granada y Guadix, diócesis a las que pertenecieron muchos pueblos de la provincia hasta fechas no lejanas. Sin faltar blasones de órdenes religiosas,  algún que otro canónigo de la tierra y hasta obispos de lejanas diócesis, relacionados con Almeria.

La elección de las armas se halla en lógica consonacia con el tiempo y los escudos de los siglos XVI, XVII y XVIII son los propios de los linajes de los obispos, que suelen proceden de familias nobles; ya en el el siglos XIX proceden del llamado estado llano, y sin heráldica adoptan escudos basados en la simbología cristiana. Reflejo de su tiempo en lo artístico, las tallas se corresponden con el momento de su realización y son renacentistas los de Villalán de la Catedral y la iglesia de Vera, barroco el del obispo Ibarra en San Sebastán, o rococó como el del blasón del obispo Sanz y Torres grabado en 1768 para el libro Erotemata Critica...

El trabajo va dedicado a dos investigadores ligados a Almería y a la Heráldica:  don Francisco de Paula Moreno Sánchez, un canónigo, historiador y literato nacido en Lúcar que dedicó gran parte de su vida a la confección de su Heráldica Eclesiástica de España, inacabada por lo ambiciosa y que a su muerte  en 1912, pasó a la Real Academia de la Historia, de la que era miembro. Y al beato don José Alvarez-Benavides, un malagueño accidental con hondas raices familiares en Almería, de cuya Catedral fue canónigo, archivero y deán de la Catedral; autor de infinidad de artículos de prensa; a su muerte violenta en 1936 dejó sin publicar entre otros libros, un Episcopologio de Almería, que ilustraba con los escudos de los prelados.