LA DEGOLLACIÓN DE LOS INOCENTES POR PERCEVAL.
Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado por el Ateneo de Almería con motivo de la exposición homenaje al artista celebrada en 1992.
"Quien ve por vez primera esta obra de Jesús de Perceval se encuentra un cuadro que plasma el cumplimiento de la orden con la que Herodes se ganó para siempre el miedo y el odio de nuestros corazones infantiles: la famosa Degollación de los Santos Inocentes.
El tema, tan repetido en el Arte a través de los tiempos, está plasmado en la tabla cumpliendo con todos los cánones de la pintura renacentista: la arquitectura, con sus típicos elementos y ornamentaciones, en ajustada fuga central sirve de escenario a aquella tragedia, cuyos personajes están representados por apretados dibujos y acertado cromatismo. Todo en conjunto logra transmitimos una idea de unidad.
Pero esto es sólo una apariencia. Si por segunda vez se le vuelve a mirar -ahora ya con los ojos del detalle- la cosa cambia. Aquella unidad -a la que ayuda también el magnífico marco que el artista creó para cercar su obra- es engañosa. Saltan entonces a la vista anacronismos y extemporaneidades . . .
¿Pero qué hacen allí -se pregunta uno- personajes de chistera y levita, trajes y americanas?, ¿qué hacen el avión y el globo mongolfiera surcando el cielo? ¿A qué ha ido allí, cántaro a la cabeza, la hermosa mojaquera? Al tratar de dar respuesta a estas preguntas, entramos en la historia de este cuadro, uno, quizá, de los más logrados y representativos del pintor Jesús de Perceval.
Sabido es el aislamiento que al final de los años cuarenta sufría el régimen de Franco. El gobierno, con el deseo de aproximarse a la comunidad internacional dando una mayor impresión de apertura y evolución, proyectó la Bienal Hispano Americana de las Artes a celebrar en 1951. Consignas e informaciones se encargaron de dejar claro que a aquella cita no debían acudir obras de las viejas escuelas. Había que dar, a toda costa, la sensación de que el régimen evolucionaba, sumándose al carro de la vanguardia en el Arte.
Y así las cosas se presenta Perceval con esta obra tremendamente clásica, ordenada. Tan trabajada que se le ha ido en su elaboración mas de un año de trabajo. La reacción fue enorme. Aunque apartado de las normas dictadas, el cuadro deja desarmados a los "censores" quienes ante su calidad, tienen no sólo que admitirlo, sino sufrir cómo gana popularidad por día y se convierte en el centro de atracción de aquella muestra.
Pero aquellos "calificadores" no se resignaban. Alguna manera habría para castigar la audacia de aquel artista y de su obra. Con lupa comenzaría a verse la simbología que aquélla encerraba y el Ministerio de Gobernación hizo acopio de fotos, detalle a detalle. . . y con ellas fue ilustrando un informe que alimentaba su tesis de que aquella pintura no constituía otra cosa que una clara manifestación anti-régimen, merecedora de cárcel para el autor.
A la sazón se hallaba en Madrid Saporitti, redactor del New York Time, y en aquella amenaza de encarcelamiento, vio un modo de proyectar a Perceval y su obra hacia el extranjero y en varias reuniones en el café de Gijón trató de convencerle para que lejos de retractarse de cuanto se le acusaba, adoptara una posición intransigente y exagerada para lograr su detención, dando así el "golpe". Pero Perceval ni se retractó de nada, ni tampoco siguió el consejo del americano, argumentando que era algo que por su oportunismo no iba con su modo de ser.
La temática del cuadro llegó hasta el Consejo de Ministros y sobre él -según reveló luego Juan Aparicio- opinaron todos y hasta el mismísimo Franco al que, curiosamente, parece que le gustó.
Los ojos de aquellos censores se detenían en lo que aún se detienen los nuestros: en el centro del cuadro un Picasso coronado por la Paloma de la Paz, está flanqueado por un guardia civil, ¿lo lleva detenido o lo va protegiendo de los iracundos que por aquellos días han leído el manifiesto por él lanzado contra la Bienal? .
Delante del célebre malagueño, con la cabeza inclinada, como tronchada, Federico García Lorca. A esta imagen del poeta, cuya muerte tanta trascendencia negativa había tenido para el Régimen, fue a la que dedicó más atención crítica el Ministerio el cual acusaba al artista de haberla representado así para que se reparara en su crimen, para que todos relacionaran su cabeza con las cabecitas cercenadas de los niños. "No represento crímenes -argüía Perceval- sino a los inocentes de todos los tiempos".
Además de Picasso y Lorca, que ocupan el centro geométrico y argumental del cuadro, otras figuras extemporáneas llaman siempre nuestra atención: A nuestra izquierda, con corbata roja, está el propio Perceval acompañado del filósofo Eugenio d'Ors, de impoluto traje blanco, su protector y alma de la Bienal. Sobre ellos, contempla la acción, con camisa roja y corbata negra, José García Nieto, su poeta amigo y hoy académico de la Lengua. Junto a éste, levitando en un periódico abierto dos niños que representan la juventud creadora.
Bajo los soportales de nuestra diestra, con chistera y levita hace mutis por el foro la viva imagen del Romanticismo y con él los viejos conceptos decimonónicos del arte, mientras en la terraza dos mujeres contemplan divertidas la matanza, todo un símbolo de la indiferencia, mientras al fondo, a lo lejos, la Virgen, San José y la borriquita huyen de tanta tragedia, tanta injusticia y tanto dolor. Del cielo pende un huevo, plomada de equilibrio y de la proporción en el Arte, algo que siempre buscó Jesús de Perceval.
José Luis Ruz, Enero 1992"
Estimado Sr Ruz, como ves ya me he hecho fiel seguidora de tu blog, que sin duda no tiene desperdicio. Me ha gustado mucho este artículo sobre la degollación ya que desconocía no sólo algunos de los significados que esconde sino también la enorme repercusión que tuvo.
ResponderEliminarSigue escribiendo.
Te quiere, tu hija Carmen.