Breve reseña de las veite primeras matriculaciones. Artículo publicado en la revista de la II Ruta Club de Automoviles Antiguos. Almería, Agosto, 1991
"Cuando en julio de 1900 se recibe en las oficinas de Hacienda una circular explicando el modo de incluir a los propietarios de coches automóviles como tributarios por el impuesto de lujo, la prensa local se hace eco de la comunicación, pero más realista que la previsión oficial con los pies bien puestos en la tierra almeriense, escribe ironizando: '”para que esta disposición pueda cumplirse en Almería tienen que pasar días... y que venir automóviles". Pero los autos no venían.
El automovilismo era, como se decía entonces, un “sport” carísimo y elitista que trataba de abrirse paso con muchísima dificultad. Y es que ni la sociedad ni la economía almerienses de la época, estaban como para ocuparse del deporte. Llenar lo necesario ya era mucho. Nada existía con ruedas que se sustrajera a lo práctico: los coches de caballos cumplía como taxis, los carros de mulas atendían el comercio, las carretas de bueyes se encargaban de las mercancías más pesadas, las tartanicas de El Alquián trasladaban viajeros de corto recorrido, las diligencias de Poniente y de Levante unían la capital con sus pueblos más lejanos y el tren, desde hacía poco más una década, se encargaba de satisfacer itinerarios más ambiciosos.
Coches, carros, carretas, tartanas, diligencias, arriería y ferrocarril satisfacían, pues, el transporte sin otras metas que la mera utilidad. Deporte, no se ejercitaba sino en las temidas bicicletas, introducidas una década antes por don Carlos Jover, el "sportman", el deportista propietario del balneario Diana; una modalidad que raro era el día que no arrollaba media docena de personas, cuando convertían el Paseo en su particular velódromo.
El Paseo del Príncipe Alfonso, era, como hoy con el nombre de Almería, la arteria principal de la ciudad; lugar de encuentro de la población y en el que, inevitablemente, tenían lugar los acontecimientos, buenos o malos pero siempre escasos, que rompían la existencia monótona de un tranquila ciudad de poco más de cuarenta mil habitantes…
El 21 de noviembre de 1900, miércoles, se presenta como un día más. Con un ritmo hasta ahora desconocido se deja oír un sonido rítmico y extraño y el Paseo se paraliza, se petrifica. Cesan los juegos de la chiquillería, se detienen las bicicletas, apuntan las orejas los caballos de los coches de punto, los parroquianos salen de los cafés y, en los balcones, las amas de casa con las narices pegadas a los vidrios de los balcones, se preguntan: Pero esto, ¿ “qué e lo que é”?....
Paseo arriba sube un automóvil. “Se trata – según describe uno de los admirados testigos del evento- de un aparato de cuatro ruedas que en su parte delantera lleva un asiento en forma de butaca donde va la persona que para nada se entromete en la dirección del automóvil, mientras éste está al cargo exclusivo de la que, montada en un sillón como en las bicicletas, rige el aparato, yendo detrás del primer asiento”. Cuando el artilugio que ostenta la marca Marot y Gardón, de París, detiene su marcha, la gente se agolpa a su alrededor y lo contempla admirada mientras escucha atenta y embobada de boca de don José García Peinado, su conductor y representante de la fábrica, toda clase de pormenores. Desaparecido el extraño carruaje, quedan en el Paseo corros de gentes comentando sus características: su velocidad tope, demoníaca, de 46 kilómetros por hora; el consumo de dos reales de esencia de petróleo; su marcha, “tan suave –cuenta un privilegiado que lo ha probado- que si no fuera por la desigualdad del piso, creyera el viajero ir en ferrocarril"…
Al día siguiente acabaron por verlo haciendo el mismo recorrido quienes se lo perdieron el anterior. Días y días fue el coche objeto de sabrosos comentarios.
Lo que ocurrió con este Marot y Gardón, venido -como los auténticos bebés- de París es todo un misterio. A pesar de tan largo viaje no parece que pasara de las manos del representante. A los 2.500 francos que había que desembolsar para hacerse con él, se unía el rechazo y la desconfianza que suele despertar en el humano todo lo que significa revolución y progreso, máxime si intuye que va en serio. Así es que no estaban los almerienses por la labor. Ni los almerienses ni nadie… y si no, vean, como muestra, qué lindezas le dedicaba el poeta en la prensa a un recién nacido vehículo de 60 caballos:
En los siete años que median entre la llegada de este Marot en 1900 y la primera matriculación en 1907, fueron poquísimos los vehículos de motor que rodaron por Almería. Borrosa constancia hay de la existencia de un primitivo vehículo de tres ruedas, propio de don Ramón Orozco Cordero, así como de otro de similares características traído por don Herman Frederik Winslow Fischer, emprendedor cónsul de los países escandinavos, como un adorno más de su hermosa casa, la que hoy alberga
la Delegación de Educación y Ciencia: el cortijo Fíche, Vilche, del Gobernador o de Santa Isabel que de todas estas formas han ido conociendo los almerienses a este modernista palacete.
Así andaban las cosas hasta que en 24 de mayo de 1907 una Real Orden establecía la obligatoriedad del reconocimiento de conductores y vehículos y, al poco, la matriculación de estos. Una simple autorización municipal había bastado hasta entonces para circular, por lo que hay que pensar en la existencia de -además de los citados de los Sres. Orozco y Fischer- algún que otro coche en Almería o su provincia, suposición reforzada por la petición de permiso gubernativo que en agosto de aquel año -unos meses antes de la primera matriculación- hace don Domingo Bartolí para poder circular con dos vehículos marca Berna.Nunca sabremos por qué estos dos Berna no llegaron a circular y detentar las matrículas AL-1 y AL-2. Tal vez el Sr. Bartolí optara al final por matricular sus coches en otra provincia de carreteras más dóciles y practicables.
La extensa lista de vehículos que se ha ido formando en Almería con en el transcurso del tiempo, se inició con unos variopintos automóviles; la mayor parte de marcas raras y de cortísima vida. De los matriculados entre 1907 y 1909 -es decir de una veintena- voy a tratar de hacer su lejana biografía con brevedad aunque con el cariño y el respeto que merecen los abuelos, ancestros del parque automovilístico que hoy enorgullece a los almerienses.
AL-1. Matriculado en 20 de diciembre de 1907. Un turismo Aries de 24 HP y consumo de otros tantos litros de gasolina, con carrocería limusina, inscrito a favor de don Luis Lardón de
la Sernne, un vecino de Granada, que lo dedicó a su servicio particular. De vocación emigrante consumió sus primeros años en aquella capital y de allí fue a parar en 1921 al pueblo jiennense de Castillo de Locubín, donde estuvo en propiedad de don Antonio Castro hasta 1925 en que fue inscrito a nombre de don José María Álvarez.
AL-2. Matriculado en 3 de enero de 1908 por don Rafael Joya Manzano. Se trataba de un Gobron-Brillié, turismo doble faetón de 25 HP y de fabricación inglesa. Llegado a Berja el 16 de enero -como un auténtico regalo de Reyes- fue el primer automóvil que rodó en aquella localidad. Cuando don Rafael, ataviado con gorro, gafas y guardapolvo, hizo su entrada a bordo de aquel artefacto, se asombró la gente, se espantaron las bestias y los chiquillos siguieron alborozados su trayectoria hasta detenerse ante su casa en la calle del Picadero, donde fue recibido por familiares y amigos. Al ponerlo de nuevo en marcha el auto soltó tres sonoros pistonazos que alarmaron a la madre de don Rafael: "Ay, Rafalito por Dios, que me tiras la casa". Dio el coche un servicio regular, por no decir malo; hasta resultaba rara la vez que del propio pueblo al cortijo de Balsa Grande, a poco más de tres kms. no presentaba alguna avería. Al-3 y AL-4.
Dos locomóviles a vapor John Fowler, de fabricación inglesa; desembarcados a primeros de abril de 1908 en la estación férrea de Albox-Almanzora, quedando matriculados en Almería el día 6 del mismo mes a nombre de don José Rivas Massegur propietario de
la Compañía Madrileña de Minas. Estuvieron dedicados al transporte de mineral de hierro desde la mina Mi Modesto, enclavada en término de Cóbdar, al ferrocan1, pasando por las ramblas de Chercos, Líjar, Cóbdar y Albanchez y las ramblas de Comares, Los Plantones y Calderón. Estos dos, fueron los primeros vehículos de vapor que transportaron mercancía en nuestra provincia, vehículos se entiende autónomos, sin el corsé que los raíles imponen al ferrocarril, que en estos días, precisamente, ha visto aumentado su parque con dos flamantes locomotoras: la “Nacimiento” y la “Andarax”, traídas de Bélgica por
la Compañía del Sur de España.
AL-5 y AL-6. Otros dos vapores ingleses John Fowler, adquiridos por la compañía Spanish Marble Limited, matriculados en mayo y junio de 1908. El primero vino por abril de aquel año y a la espera de obtener la oportuna licencia fue encerrado en una cochera próxima a Albanchez, pero la impaciencia sacó el locomóvil de allí y la ley no tardó en sancionar a la compañía con una multa de 50 peseticas de entonces. El otro auto se matriculó en 6 del mes siguiente. Estos autos fueron protagonistas en 1909 de un aparatoso accidente, cuando el primero rompió frenos y se lanzó por el collado de Los Molinos, estrellándose con el otro que le precedía, destrozándose ambos e hiriendo gravemente a uno de los conductores.
AL-7, AL-8 y AL-9. Matriculados en mayo de 1908, estos tres primeros camiones venidos a Almería, eran tres ómnibus Vitrac Dugelay, de 24 HP y fabricación inglesa. Los vehículos aunque pertenecientes a
la Spanish Motor Transport, con sede en París, fueron registraron a nombre de don Francisco Lázaro Ruiz, gerente y representante de la empresa a la que había convencido para que iniciara su actividad en Almería, guiado por el afecto que profesaba a su tierra de origen. Con aquellos vehículos -llegados el 6 de mayo al puerto, a bordo del vapor Cabo Roca- vinieron los primeros coches de línea a Almería. Aquellas diligencias automóviles, capaces para 17 personas y
600 kg. de equipaje y encargos, van a comenzar sirviendo el trayecto de Almería a Berja por Adra; 60 kms. Que se cubrirán a una media de 20 kms/hora para evitar toda clase de incidentes.
El establecimiento de esta línea había creado enorme expectación. Muchos de los viajeros que diariamente llenaban las dos diligencias que venían de Poniente, suspiraban por ella, sin importarles las siete pesetas que habrían de satisfacer por el recorrido.
A las 8 de la mañana del martes 12 de mayo se realiza el viaje inaugural a cargo del AL-6 que sale trepidante de la estación-garaje establecido por la compañía en un solar del nº 1 de la calle de Sagasta, hoy General Tamayo. En el automóvil viajan el ingeniero jefe de Obras Públicas, don Ignacio Toll, el ingeniero director de las Obras del Puerto, don Francisco Javier Cervantes, los ingenieros Gómez, Molero, Pírez y Donoso, así como don Francisco Lázaro y el barón Edg de Marcay, gerente y consejero, respectivamente de
la Spanish Motor Transport.
A las 11,20 de aquella mañana tiene lugar la llegada a Berja, en cuya plaza un inmenso gentío recibe sobrecogido el novedoso vehículo. Entre parabienes, saludos y felicitaciones, almuerza la expedición y toma café y copa en el casino, lugar del agasajo. A las 5 de la tarde, vuelve a trepidar el motor del vehículo iniciando el retorno a Almería a donde llegar a las 8,30 de la tarde. Todos se felicitan por el éxito y celebran la pericia de los choffeurs, monsieurs Wolft, Monssy y Moquetier quienes han conducido por turnos y soslayando con acierto los muchos obstáculos de la ruta.
A los dos días hacen el viaje inaugural, de prueba, por la carretera de Granada hasta el sitio de Los Imposibles. El trayecto, de 25 kms. se ha cubierto en una hora y cuarto; en las cuestas del camino -mucho mejor que el de poniente- el automóvil ha subido las pendientes a una velocidad de 35 km./hora. Al regreso descansa la expedición en Gádor y entra en Almería en una hora y cinco minutos.
La euforia creada por estos viajes es apagada por la multitud de problemas surgidos, agigantados por el pésimo estado de las carreteras y por las desavenencias en el seno de la propia empresa, cuyos directivos acaban por cesar a Lázaro. Aquellos autos que iban a enlazar Almería con Berja, Adra, Huércal-Overa, Vélez Rubio, Cuevas, Vera... terminan convertidos en coches de una línea interurbana -la primera que existió en Almería- que por 15 céntimos trasladará durante todo el verano de 1908 infinidad de pasajeros desde
la Puerta de Purchena, con paradas en
la Puerta del Sol y plaza Circular, a los baños del Recreo, cada hora y de 5 de la madrugada a 7,30 de la tarde; así como a la estación del Ferrocarril y a la plaza de toros los días de corrida.
AL-10.Un turismo Berliet de 40 HP matriculado en 6 de mayo de 1908 por don Francisco Javier Cervantes, ingeniero director de las Obras del Puerto de Almería y el primer automovilista auténticamente deportivo de la ciudad. Con este Berliet se convirtió don Francisco Javier en el primer accidentado por auto en la historia de Almería, el 22 de junio de aquel año cuando circulando a más de setenta kms. por hora no pudo esquivar una curva en las proximidades de Berja, estrellando el vehículo contra el talud de la carretera, siendo despedido tanto él como su ayudante con tremenda violencia; salvo heridas de poca importancia ambos resultaron mejor parados de lo que era de esperar. El coche por sus muchos desperfectos quedó en aquella población y sus ocupantes tuvieron que cambiar de "caballos" y retornar a Almería en la diligencia. La afición del Sr. Cervantes al automóvil no disminuía por estos contratiempos. Usaba continuamente el coche. Y estaba al tanto de las novedades que en este campo se producían. Afición y economía le permitieron en 1909 la adquisición de un doble faetón Hispano Suiza de 16 HP y en 1912 la de un hermoso torpedo de tres plazas y 45 HP también de la misma marca.
AL-11. Un Hispano Suiza tipo turismo doble faetón de 20 HP, matriculado en 29 de octubre de 1908 por don Adolfo Viciana Viciana, quien lo tenía en su poder desde aquel mismo verano, sin utilizarlo por carecer de permiso gubernativo de conducir. Don Adolfo debió adquirir interés por el naciente automovilismo en los años de su juventud, cuando vivió en Inglaterra, enviado por su madre a adquirir conocimientos relativos al negocio uvero.
AL-12. Un Cotterosu, turismo de 12 HP, matriculado en 2 de febrero de 1909 por don Arturo Lengo Parras, vecino de la localidad de Garrucha, donde tuvo varios años la representación consular de Italia.
AL-13, AL 14, AL 15, AL 16 y AL-17. Cinco camiones ingleses Eveling Porter matriculados entre mayo y agosto de 1909 por
la Spanish Motor Transport. Fueron fabricados en Rochester y eran locomóviles de 25 HP adaptados para el transporte de mineral de hierro y barriles de uva con una capacidad máxima de diez toneladas. Curiosamente cuando la empresa anuncia sus servicios, ya muestra la preocupación por el medio ambiente al prometer que cuando sea mineral lo que trasladen al puerto, irán los autos tapados para evitar el polvo que hasta hace muy pocos años fue pesadilla rojiza de los sufridos moradores del barrio de
la Ciudad Jardín. AL-18. Un Clement-Bayard, turismo doble faetón de 18 HP, matriculado en 5 de agosto de 1909, por don Ramón Orozco Cordero. La tradición familiar relata un percance que le ocurrió en el primer viaje, cuando asombró a las bestias de un convoy de carros, algunos de los cuales volcaron; los carreros rodearon el coche amenazando a don Ramón con las varas de sus látigos; sólo la habilidad del conductor con el arte de la esgrima le permitió salir ileso del trance, al usar como florete su bastón de paseo con tanta eficacia que cabe pensar si sería de estoque.
AL-19 y AL-20. Fueron otros dos Eveling Porter, matriculados en 15 de agosto de 1909, por la empresa Spanish Motor Transport, al comprobar con satisfacción como estos camiones eran aceptados por el comercio y la industria, por ser mas rápidos y económicos que los carros que lentamente y en interminables filas, bajaban al puerto el mineral y la uva de embarque. Como contrapartida a sus ventajas, no faltaba quien ponía el grito en el cielo acusando a estas pesadas y antiestéticas -verdaderamente eran feísimas- máquinas, de dedicarse a destrozar el adoquinado de las pocas calles que por entonces lo disfrutaban.
Y hasta aquí las breves notas biográficas de los primeros veinte vehículos que pasearon la matrícula de Almería. Modesto homenaje que en la distancia le dedico -le dedicamos- cuantos amamos la mecánica añeja.
Lamentablemente ninguno de los reseñados queda, que yo sepa, con vida. Es una lástima. Habremos, pues, de conformarnos con pensar que sus “espíritus” perduran entre nosotros. Cuando los participantes en esta II Ruta paseen sus vehículos por las calles y carreteras de Almería, tengan la seguridad de que, ocultos por la hojarasca del tiempo, muchos faros de carburo les estarán, alegres y satisfechos, observando.
José Luis Ruz"