lunes, 30 de agosto de 2021

¡¡SE ME APARECIÓ LA VIRGEN!!


¡¡SE ME APARECIÓ LA VIRGEN!! Una Almería del siglo XVIII


Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almeria del 30 de agosto de 2021.


"Buscando una cosa siempre te aparece otra. Tras un grabado perdido del Archivo Municipal andaba cuando de pronto se me ha aparecido la Virgen del Mar en las manos generosas de Juan José Tonda: un cuadro de la patrona de Almería, de los muchos que la devoción popular le dedicó en el siglo XIX; pintado en 1864 por Juan Fernández, a quien sé mejor pintor que aquí aparenta por dos cuadros suyos que hay en casa fechados en 1841. 


Virgen, blasón y angelotes constituyen la aportación del artista, un tanto fría y gloriosa que nada añade en lo histórico a Almería, al contrario de lo que ocurre con la parte inferior de la obra en la que el pintor copia de otra del siglo XVII, un fragmento de interés con una vista de la ciudad animada por personas y animales evocadores de los cuadros barrocos de Martínez del Mazo y en la que ha echado a volar dos ángeles de escudo gritando a voz en cinta: "Dichosa ciudad de Almería", no se sabe si por la Virgen, o por la inminencia  de la primera República anunciada por la corona mural y el anhelo del célebre don Ramón Orozco, probable autor del encargo… o tal vez por la vista de la ciudad que es por lo que yo, poco pío y aún menos político, me inclino llevado de mi obsesión histórico artística. 


Compartiendo mula con el prior, la Virgen llega por la playa imposible de El Cañarete, como si en vez de en la Torre García, hubiera aparecido en la de La Garrofa. ¿Y por qué no? ¿Es que no se ha venido la puerta del Mar o tal vez la de Purchena a hacer de castillo de San Telmo? ¿Es es que acaso tiene norma el belén para colocar el camino de los Reyes Magos? Vienen por donde ellos quieren, que es por donde queremos nosotros y si esto lo hacen los Reyes, qué no podrá hacer la Virgen. Pues todo. Hasta tener casa dónde quiera. Ya la tuvo en un barco. Y en una torre vigía. Y ahora la del santuario con sus dominicos se ha trasladado extramuros para recibirla, y salir en la foto, posando en lo que es hoy la avenida del Ancla que ya tendrá luego, vía milagro, tiempo para darse la vuelta y retornar a su lugar con el ama dentro.


Se esmeró el artista decimonónico con los personajes y animales de la obra de su lejano colega barroco y recrea una procesión nada acorde con la humilde comitiva con la que el prior trajo en 1502 a la que habría de ser patrona de Almería, en una burra con dos peones armados y un puñado de aldeanos de El Alquián, La Cañada y Los Molinos de Viento... Como la leyenda se agranda con la fe y los años, en el siglo XVII ya es cortejo a caballo, presenciado por damas y caballeros tan engalanados que invitan a hacer de esta ciudad aquel fandango de Calaña: "Almería ya no es Almería / que es un segundo Madrid..." y eso parece en la pintura: una especie de corte opulenta que, sin muestra alguna de pobre ni menesteroso, recibe a la Virgen mientras un navío dispara salvas de honor, al unísono de la puerta del Socorro, tan oculta por el humo de la pólvora como la identidad del que la nombró en un viejo plano "de la Sortida" -la Salida en catalán- un  lumbreras que al tiempo de descubrir que las puertas, igual que para entrar, sirven para salir, le puso en el mismo idioma la "Garrofa" a la Algarroba y el "Palmer" a El Palmar y se sentó a descansar.


Frente al cuidado del pintor al copiar personajes y animales, la desgana empleada con las fortificaciones que quedan imprecisas y pobres en detalles; una pena que obliga a nuestra imaginación a quitar lo poco sobrante y añadir lo mucho que falta, si es que queremos contemplar la vista marina de la ciudad tal como la vió hace casi cuatro siglos el artista anónimo, conocedor de Almería según confirma el paisaje cierto que hace de ella, la Vega, la punta del Río y el cabo de Gata en lontananza...


En el primer baluarte, ante el que asoman restos de la coracha de poniente, ondea la bandera bicolor, un anacronismo del pintor, ignorante de que en la época del cuadro original, en el siglo XVII, no existía la enseña rojigualda, que es cosa del rey Carlos III. Toda la muralla del Mar está representada en perspectiva cónica y en consecuencia un baluarte solapa al siguiente y a medida que se va alejando, la muralla se estrecha y difumina dejando ver en su promedio lo que parece ser la puerta del Mar, la torre sobre la que se inclinan dos palmeras tal vez enraizadas en el huerto del convento de la Trinidad, luego el baluarte de Santo Domingo y la coracha de levante y, ya al final, en el punto de fuga, el principal de la perspectiva por el que se nos van las miradas al infinito, se ve bracear al viento una cruz de aspas de lona blanca diciendo con voz lejana de horizonte ¡Soy el molino del grabado perdido!..


El ingenio del que les hablé en este mismo Diario hace ahora un año y sobre el que se retrató la Virgen del Mar dándome así pie para llamarla Molinera; no fue pues sueño mío, sino realidad plena el grabado que en el archivo vi hace más de cuarenta años: el molino de la Torre del Obispo, que no sabía yo que los prelados de Almería, además de las de la catedral fortaleza, tuvieran torre en la muralla y encima con molino añadido.


Esta obra sirve de consuelo para la perdida del Archivo del Ayuntamiento, pero no la sustituye, pues era aquella mucho más cercana y documental, un grabado tan interesante que no se merece vivir secuestrado. Al ver que ni respuesta mereció mi denuncia formal ante el Ayuntamiento, me he visto en la obligación de acudir al señor Obispo de la Torre del Molino que a mi ruego ha dictado la excomunión para su raptor. Temblando estará el pillo. Yo creo que es solo cuestión de siglos su reaparición. Ya me veo gritando, poseso y con la boca prestada de mi tataranieto: ¡La Virgen! ¡¡se me apareció la  Virgen!!"

domingo, 22 de agosto de 2021

CARLOS V, DE NÍJAR A ALMERÍA


CARLOS V, DE NÍJAR A ALMERÍA.

La torre mayor de la  Alcazaba.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 22 de agosto de 2021. Dibujo original del autor.


"Recuerdo la primera vez que entré en Ibiza por la puerta del Mar de su imponente muralla y  en el corto rato que tardé en traspasar aquel recinto acodado, túnel del tiempo de piedra añeja, me sentí como inmerso en Ávila, hasta que salí a la luz encalada de la ciudad vieja y entonces comprendí que solo un rey tan enlutado como Felipe II era capaz de llevar Castilla al Mediterráneo.


Algo parecido me ocurrió al acceder al recinto final de la Alcazaba, cuando cegado por la ruina luminosa del segundo cuerpo me hallé entre muros austeros con el escaso adorno de algún toque gótico como el de la portada de la torre; desde la plataforma y el espolón de la Pólvora la vista luminosa de la ciudad, su mar y su vieja chanca conservera. Y otra vez al verme rodeado de piedras serias, muchas hasta firmadas por sus canteros, me pregunté qué a quién demonios se le habría ocurrido levantar un castillo castellano dentro de la Alcazaba. 


En el primer caso era obra nueva y en el otro la sustitución de una antigua y tengo que reconocer que no me causaron impresión negativa ninguno de aquellos hallazgos; en contra del cambiazo monumental que con tanta frecuencia se practica en Almería, a favor estoy de la conservación de la obra y de no ser posible, la sustitución por otra con la que el arte salga ganando. 


¿Es que acaso salió perdiendo Córdoba cuando borró la basílica de San Vicente para ganar la Mezquita? En absoluto. No fue cambiazo sino cambio lo que el palacio de Carlos V hizo cuando se plantó en la Alhambra para sustituir unas dependencias árabes de escasa valía por toda una aportación para la historia del arte; cuadrado por fuera, redondo por dentro, puede que el palacio tenga un poco de gallina en corral ajeno pero eso es algo inevitable no solo en el corral de la arquitectura, sino en todos los corrales del arte; no es, pues, para avergonzarse el ser gallina y menos cuando se es, como nuestra fortaleza, gótica y lustrosa, de esas que aportan sangre nueva evitadora de endogamias. Si el mestizaje enriquece  a los pueblos, la mezcla es la que calienta las grandes obras arquitectónicas, siempre frías cuando se mantienen en un solo estilo... 


En todo eso iba pensando mientras me empleaba en el escudriño de este recinto del que luego supe que no siempre tuvo su patio aspecto de mirador turístico: un muro ocultaba la vista del mar mientras otro paredón enorme lo partía en dos, según confirma la herida dejada junto a la puerta de la torre mayor; y supe también que aquella obra comenzada por los Reyes Católicos no se vió coronada hasta los años de su nieto Carlos I, el que se transformaba en V cuando se revestía con el manto de emperador poniendo nerviosa a Europa y hasta al águila de su blasón que duplicaba su cabeza, como el rey el ordinal de su nombre, para repartirse quebraderos. 


No eran épocas de tijeretazos de cintas y no vino el césar a Almería de inauguración, lo hizo por delegación que quedó plasmada en la cara de levante de la torre del Homenaje en forma de piedra heráldica poniendo a sus ancestros a mirar al cabo de Gata para que recibieran el primer sol del día, en el blasón de andar por casa: Castilla, León, Aragón,  o en el completo que añade Austria y media Europa…  que no se sabe por cuál de los dos optó el monarca, yo creo que por el primero, por el mismo que puso en la torre fuerte de la iglesia de Níjar o en la portada de la Catedral.


Y así anduvo el escudo, más de cuatro siglos mirando con melancolía a Lepanto hasta que ya en los tiempos de la decadencia total, cuando España toda entró en almoneda, los chamarileros guiris disfrazados de investigadores fueron comprando arte a precio de ganga… Si se atrevieron con castillos, iglesias, claustros y monasterios enteros cómo no iban a adquirir escudos de piedra por grandes que fueran como este de la torre, que marchó a Alemania de creer a Martín del Rey, que ya saben ustedes cómo se llevaba con la verdad…  lo cierto es que la labra desapareció dejando en el muro una cicatriz grande pero que es de vacuna en un brazo comparada con la que dejó la extirpación del patio en el cuerpo del castillo de Vélez Blanco, en una operación hecha  por el XVI marqués de los Vélez quien por unos miles de duros se vió convertido en excelentísimo antecesor de los pardillos de nuestra niñez a los que los anticuarios callejeros les iban cambiando la buena cerámica nijareña y valenciana por los malnacientes barreños de plástico…


Ahora sí, ahora no, la administración hurga en la herida del castillo velezano como si la quisiera infecta, viva, cuando hay que cerrarla y luego tratar de borrar su cicatriz con la mejor de las cirugías plásticas... y técnica no falta para que la copia fiel venida de Nueva York sea colocada con acierto en el patio fajardo. No he medido el escudo nijareño ni el hueco del de la torre de la Alcazaba, proporcionales parecen y no creo que entrañe problema el acomodo de la réplica heráldica contando con la ayuda inestimable de la escala y el pantógrafo copiador. Al proceder la copia de un original de la tierra no es de esperar rechazo alguno, sino al contrario pues habituada Almería a recibir de Níjar regalos -barro y jarapa, bodas y papas- este del escudo, sería el penúltimo, un presente en agradecimiento a las muchas veces que la ciudad acudió en ayuda de aquella villa, tan extensa de término como sobrada de peligro en su larga costa, tan  difícil de guardar de turcos y berberiscos.


Ahora que anda de restauración la torre del Homenaje de la Alcazaba, es la ocasión para que venga a ella desde Níjar el escudo del águila bicéfala; la reproducción con la que mitigar el dolor un tanto gibraltareño que produce a los españoles sensibles las huellas de estas rapiñas. Y además sería todo un detalle felicitar así al emperador el año en que se cumple el quinientos aniversario de su triunfo sobre unos comuneros que perdieron la cabeza por querer devolvernos al Medievo."


 

 

miércoles, 18 de agosto de 2021

Y SE QUEDARON DE PIEDRA (II)


Y SE QUEDARON DE PIEDRA (II). Fauna petrificada de Almería

Artículo de José Luis aRuz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 28 de marzo de 2021.

"Ni nacíos ni criaos: son jósiles". Fósiles. Eso eran para el pastor toledano las almejas, trilobites, gusanos… los bichos convertidos en piedra, la forma inconsciente que tiene la naturaleza de encantar la vida; animales tan antiguos y lejanos que hasta resulta difícil imaginarlos en acción... por eso no me voy a referir a ellos sino a los que han alcanzado la eternidad por el toque intencionado y mágico del hombre para que, hechos arte, nos sigan demandando atención con trinos, ladridos y relinchos mudos, con silenciosos trotes, aleos y reptares.


Antes que varita fue palote mágico el que tocó la piedra, grasa, pigmento y humo, para encantar en la cueva de Los Letreros, algún animal de nuestra prehistoria, muy borroso pero clarísimo decano de los encantados de Almería.


Más cercano es el atún de Adra modelado en su ir y venir mediterráneo y almadrabero en el anverso de las monedas fenicias de Abdera del que pasaron al templo del reverso desplazados por las efigies de los emperadores romanos al comienzo de nuestra era, del tiempo que data el caballo pony tocado por la varita, ya cincel, de encantar cuando lleva sobre sus lomos a uno de los patricios togados del sarcófago de Berja, aliviándole el largo camino hacia el Museo Arqueológico de Madrid.



De menos antigüedad pero mayor abundancia por presente en todos los escudos reales y en muchos que no lo son, el león suele aparecer siempre de gresca, lo propio de la familia Felix: al primo gato me lo encontré en los Vélez, rubio, casi blanco, en dos escudos de los navarricos Falces, peleando con siete abejas y sentí pena por él hasta que lo supe atacante de la colmena y de ahí venía la defensa, aguijón en ristre y a riesgo de vida, de las abejas, muy laboriosas ellas pero sin ningún sentido del humor y menos del negro. 


Los dos cuervos de la bella fuente mayor de Laujar, gobernando la nave que a mediados del siglo XII, viento en popa, navega hacia Portugal para recoger el cuerpo de San Vicente en su Cabo del Algarve… una historia de la que escribiré en breve. 


Como haré con las palomas del linaje de los Palomares en Fuente Victoria subidas a las torres del escudo de una de las más bellas casas del XVIII en la provincia y a la que la ignorancia y el empecinamiento la atribuyen al "Rey Chico" con el mismo desahogo con el que han convertido la del Moral, en Fondón, en casa de las "Godoyas".  


Los pajaritos de Berja cantando en piedra en dos blasones de Joya, uno al borde de un hoyo en un jardín de la calle Nueva y otro en la copa de un árbol en el zaguán de la casa de otros miembros del linaje tras de la iglesia, muy cerca de donde otra avecilla espera la caída de los frutos del árbol del escudo de los del Moral.


Nacida de huevo de dos yemas, el águila bicéfala fue regalo de Carlos V para que Vera llevara al pecho su escudo con el letrero: "Quien aquí ve esta ciudad, en este llano formada fue ponerle un freno al turco y una llave a toda España", una leyenda que si hoy carece de corrección política vige de pleno ahora con la puerta abierta de par en par y la llave arrojada al mar. Su nieta: el águila adoptada por Pulpí, antiguo anejo veratense, para su escudo. Sus hermanas: las que nuestro primer Austria dió a Almería, a Níjar, a Mojácar... y también a Purchena, a la que Felipe II, por su tibieza  con los moriscos sublevados en 1568, mandó  arrancar las alas que si bien poco le sirven a un águila de piedra, sí son fundamentales para la salvaguarda de su dignidad, doblemente vejada al haberse encomendado la ejecución del castigo a los perros de Villalán que quedaron en el escudo de la iglesia con caritas de no haber roto un plato, pero sin advertir como alguna que otra plumilla le colgaba, chivata, de los hocicos. 


En el órgano de Vélez Blanco del escudo del linaje de Oviedo un águila persigue a un lobo que corre aterrado por un puente. Jamás sabremos si almorzó el ave… ni si acabó el gato de las abejas velezanas con la cara como una bota.


Las águilas macho y hembra de la plaza porticada de Berja, encantadas en hierro colado ejercieron de fuente a la entrada del mercado con el que invadió la plaza en 1926 la dictadura de Primo de Rivera y ahora en vuelo corto se han posado en el edificio primitivo, al que no pertenecieron en origen, pues en 1860 aún no se había creado el escudo municipal que sostienen. Son de una cabeza como el águila del escudo de María que además va coronada, sin duda como trofeo al vuelo heráldico más alto: casi mil doscientos metros que ya es volar para un águila de piedra.


El ciervo traído en su escudo por el obispo Corrionero en 1558, encantado en Tabernas por Juan de Orea cuando se ha puesto, presumido, delante de un árbol para acrecentar con sus ramas su cornamenta y trepado a un risco, como otros ciervos subieron a Níjar, Turrillas, Huebro... llevados por el afán constructor de aquel prelado.


Iba a concluir sin mentar a la "bicha", pero eso sería dar por justa la tirria que se le profesa y bastante tiene ya la pobre con la que le liaron con la manzana, como si la mujer y el hombre necesitaran ayuda para pecar. De su habilidad para trepar, saltar y correr sin necesidad de brazos ni piernas, del mostrarse siempre orgullosa de su ningún parecido con nosotros, le vienen todos sus males; nada de esto le hubiera pasado, como le tengo dicho, de haberse parecido a un osito panda y no mostrarse así, tan libre, tan heterodoxa, unas veces: silencio o silbo, letra o número, ese, zeta, uno, ocho... y otras: lazo, muelle, espiral...


O aro como la sierpe del linaje de Valdivia que vivió rodeando un escudo en Berja hasta que demolida la casa que blasonaba cobró vida y con la piedra a cuesta reptó hacia el Museo de Almería donde la vi hace años semioculta como todo lo que allí estaba sin ser prehistoria.


Y estos son los animalitos que prometí presentarles; ya puedo pasar tranquilo a otra sección del zoo, la mitológica, sabiendo que están todos, ustedes y ellos, encantados de haberse conocido."


 




  

ALMERÍA Y SUS PUEBLOS A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

ALMERÍA Y SUS PUEBLOS A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII.

Libro Ed. Movimiento Indaliano / Sec. Prov. Asoc. Amigos de los Castillos. Almería 1981. 113 pp y 90 ilustraciones. 15X21 cm. Imp Gráficas Mayfer Toledo. D.L. TI 290-1981. 


El libro recoge las circunstancias por las que atravesaban a mediados del siglo XVIII los pueblos y ciudades que hoy conforman la provincia de Almería tomando de base única el catastro del marqués de la Ensenada, repartido en el Archivo Histórico Provincial de Almería, en el de la Real Chancillería de Granada.


Tras la introducción le  sigue un catálogo en el que se recogen  de los lugares, villas y ciudades de la provincia con un resumen de población, su sus estado agrícola y ganadero circunstancias ilustrado por unos dibujos salidos de las manos de auténticos naifs al interpretar  la pregunta 3ª del interrogatorio, referida al "territorio que ocupa el término y que figura tiene, poniéndola al margen" realizando auténticos paisajes en vez de los planos que se solicitan. Las noventa obras poseen la fuerza y encanto  de lo espontáneo  en una rica gama que va desde el puntillismo del dibujo de la villa de Castro a la sencillez extrema del de Huércal Overa. Todos se han realizado con la propia tinta de escritura, salvo un unos pocos que lo han sido con acuarelas de tonos grisáceos como el de Alhama, o con colores más vivos como ocurre con el de Sorbas.

En la época en que se confecciona el catastro, 1750-1753, cuenta el territorio que hoy ocupa la provincia con 92 entidades de población, número que se distribuía en 4 ciudades, 55 villas y 33 lugares. De estos últimos, Felix, Enix, Roquetas y Vícar, con los marchales de Antón López y Miralles, formaban un solo concejo y los cuatro primeros forman hoy municipios independientes,  tal como ocurría con Benínar, Darrícal y Lucainena este último hoy anexo del primero. El lugar de Presidio, entonces concejo independiente, es hoy entidad mayor con el nombre de Fuente Victoria. María y Vélez Blanco tenían el término en común aunque era concejos independientes...


La superficie de la actual provincia es la suma de mayor o menor parte de los antiguos partidos de la Alpujarra, Baza, Guadix y, lógicamente, del de Almería en su totalidad hasta que 1834 se consolidó la provincia de Almería creada en 1822 y se segregaron sus anexos más importante originándose nuevas poblaciones.




HERÁLDICA ECLESIÁSTICA ALMERIENSE


ECLESIASTICA ECLESIÁSTICA ALMERIENSE. Los Escudos eclesiásticos en Almeria y su provincia.

Libro ISBN 605-5030 3, 15X20 cm, 78 págs 141 ilustraciones. Ed Autor. AlmerÍa ,1996.

Imposible es determinar los blasones de los prelados que hasta la conquista de 1488 gobernaron simbólicamente la diócesis de Almería ocupada por los árabes mi. Ni aún del único obispo residente, Domingo, que gobernó Almería de 1147 a 1157, en una época en que Heráldica estaba haciendo su aparición.

Es también muy  improbable que lleguemos  a conocera los blasones que usaron, si es que lo hicieron, sus sucesores, a no ser el de fray Alonso Pernías, un franciscano a quien el Papa Nicolás V, nombró obispo de Almeria, en 1447: el escudo de su linaje fue una pierna armada de una espuela, blasón que grabó en su sepultura del convento de San Francisco de Betanzos.

Se ciñe este trabajo a las armas de los obispos que han ocupado la sede de San Indalecio desde la restauración de la diócesis de Almería por los Reyes Católicos en 1488, a raiz de la citada conquista, hasta nuestros días.

La primera parte de la recopilación la constituye un blasonario de los prelados que gobernaron la diócesis en relación casi completa, a falta de una decena de escudos, por lo general pertenecientes, a obispos que no se consagraron o no residieron o si lo hicieron, fue por corto tiempo. Se han dibujado a tinta, añadiendo su descripción heráldica, un pequeño comentario y unas escuetas notas biográficas, para situar al personaje sin la pretensión de ser un episcopologio, 

A la relación de blasones le sigue un Inventario, cuya mayor parte la constituye las labras de piedra y tallas que se esculpieron para sensibilizar las obras de los obispos en Almería y los pueblos de su provincia, así como otras de los prelados de Granada y Guadix, diócesis a las que pertenecieron muchos pueblos de la provincia hasta fechas no lejanas. Sin faltar blasones de órdenes religiosas,  algún que otro canónigo de la tierra y hasta obispos de lejanas diócesis, relacionados con Almeria.

La elección de las armas se halla en lógica consonacia con el tiempo y los escudos de los siglos XVI, XVII y XVIII son los propios de los linajes de los obispos, que suelen proceden de familias nobles; ya en el el siglos XIX proceden del llamado estado llano, y sin heráldica adoptan escudos basados en la simbología cristiana. Reflejo de su tiempo en lo artístico, las tallas se corresponden con el momento de su realización y son renacentistas los de Villalán de la Catedral y la iglesia de Vera, barroco el del obispo Ibarra en San Sebastán, o rococó como el del blasón del obispo Sanz y Torres grabado en 1768 para el libro Erotemata Critica...

El trabajo va dedicado a dos investigadores ligados a Almería y a la Heráldica:  don Francisco de Paula Moreno Sánchez, un canónigo, historiador y literato nacido en Lúcar que dedicó gran parte de su vida a la confección de su Heráldica Eclesiástica de España, inacabada por lo ambiciosa y que a su muerte  en 1912, pasó a la Real Academia de la Historia, de la que era miembro. Y al beato don José Alvarez-Benavides, un malagueño accidental con hondas raices familiares en Almería, de cuya Catedral fue canónigo, archivero y deán de la Catedral; autor de infinidad de artículos de prensa; a su muerte violenta en 1936 dejó sin publicar entre otros libros, un Episcopologio de Almería, que ilustraba con los escudos de los prelados.


UN CAMBIAZO MONUMENTAL




UN CAMBIAZO MONUMENTAL. Nidos de cuco en Almería.

Articulo publicado en el periódico Diario de Almería de 16  de  mayo  de 2021. 


"Por el Parque Viejo iba cuando divisé en su monumento a Carlos Navarro Rodrigo (1833-1903), el político alicantino que llevó siempre Almería, aquí y luego en la distancia, en su corazón; por eso le habían dedicado este monumento cuyo busto, esculpido en 1926 por Juan Cristóbal, fue a una escultora para operarse la nariz rota por unos tontimalos y acabó no en quirófano sino a punto de entierro en un vertedero del que lo rescató Antonio Sevillano; en eso iba pensando cuando me encuentro ¡oh sorpresa! que  no es Navarro Rodrigo sino Nicolás Salmerón el que reina en el monumento.


Dicen que el cuco pone sus huevos en nido ajeno para que se los incube otro, pero no veo yo huevo sino víctima de cuco a Salmerón a quien nada se le puede echar en cara, que bastante tiene ya con darla como ocupa involuntario de la casa de otro del que sabe que ha hecho por Almería bastante más que él. Dejemos que las cabezas de piedra, lúcidas, no como las de estos pájaros del cambiazo, se arreglen: seguro que Salmerón querrá seguir en la Puerta de Purchena paseante de día y por la noche de cháchara con El Cañillo, y así Navarro Rodrigo volverá a su monumento del Parque, dejando de vivir -y además doblado por una copia- en el pobretón que los cucos le han construido unos cuantos árboles más allá del suyo.


¿Tanto cuesta entender que es lo original lo que da caché a los barrios históricos? Para copia ya está el Parque de Europa que te permite saltar de la Puerta de  Alcalá y caer en la torre Eiffel o en la Fontana de Trevi sin salir del pueblo madrileño de Torrejón de Ardoz. Pero esto es un viajar de mentira que nunca satisface al trotamundos de verdad y si no que diga un coleccionista si la falta de un sello la puede llenar una foto por buena que esta sea.

   

Una vuelta por Almería basta para advertir el desprecio al monumento original. Al primer signo de enfermedad ¡zas! la  jubilación y nada de restauradores: se recurre a la eliminación y muerto el perro se acaba su rabia. Sí. Y empieza la nuestra. La rabia al comprobar como se h nia sustituido el original por copia, mutilado, eliminado, cambiado de lugar; el maltrato en definitiva del patrimonio monumental de la ciudad ante la indiferencia de sus vecinos. Y si no pasen y vean. 

 

La fuente de la plaza de San Pedro, empezó con los achaques propios de la edad y no por eutanasia sino decisión ajena, y cuca, la hicieron pasar a mejor vida en 2006 por el expedito método del mazo, sustituyédola por una copia blanca y fría, mala e incompleta de la original que ya era antigua cuando fue regrabada por el gobernador Eugenio Sartorius para mayor gloria de Isabel II... y suya. 


La gran fuente del siglo XVII que estuvo en Bendicho y luego en la plaza de la Catedral fue oír los tanques cinematográficos de Patton en 1969 y salir despavorida corriendo sin parar hasta el aeropuerto y allí quedó, agotada y sola, atronada por los aviones e indignada cuando supo de la pobreza de cemento de su sustituta, tan catetica como el jardín redondico que la albergaba. Ahora cuando la han restituido al centro histórico han optado por meterla con calzador en la pequeña plaza de Castaños y lo han hecho, como no, por medio de la ya clásica copia blanca y fría, el cambiazo recetado por unos presuntos técnicos que han descubierto los pantógrafos y las copiadoras de tallas y ¡hala! al abuso, pues para ellos no hay nada mejor que un monumento antiguo recién estrenado… Miedo da imaginarlos en el museo de El Prado, decidiendo sobre la posible enfermedad -Dios no la quiera- de Las Meninas.


Los medallones de alabastro del palacio episcopal realizados en 1895 por el sevillano y sin embargo pendenciero Viriato Rull eran dos retratos de los obispos Villalán y Portocarrero, fundador de la Catedral uno y de su torre el otro. Destruidos en la guerra dizque civil ahora el cambiazo los ha devuelto convertidos en Pedro y Pablo, ascendidos en rango que no en arte, para escoltar el escudo de la República. De la primera.


En 1900 el Pingurucho de los Coloraos sufrió el cambio de lugar y dejó la libertad perspectiva de la Puerta de Purchena para vivir cautivo en la Plaza Vieja donde murió en 1943 de miedo a un Franco que ni siquiera sabía de su existencia. Cambio sobre cambio, el nuevo monumento de 1988, blanco y frío, debió ser más fiel al original: con el grabado de los nombres de sus mártires motivadores y sin el añadido en él de interpretaciones y textos más propios de placa aparte… 

Inexplicablemente aquella conformidad que se tuvo con el traslado y luego con la referida recreación del  monumento, es ahora  intransigencia plena so pretexto, hasta por parte de la justicia, de la posibilidad de unos daños que no se produjeron en la mudanza de hace un siglo y cuarto cuando los medios técnicos no eran ni por asomo los actuales... 


Este tipo de cambios, el de lugar, es el menos lesivo para los monumentos: es el antecedente del practicado con la puerta del Ingenio de los Molinos; un daño de entorno, un mal menor que para sí hubieran querido las portadas de la Posada del Mar, de la Cárcel y de Perceval en la calle Real, la de Torre Alta en la plaza de Careaga, las fuentes de Iguña y de Santo Domingo, el monumento al Obrero en el Parque, los conventos de la Trinidad y San Francisco, baluartes y murallas… así como las muchas casas cuya eliminación ha convertido Almería, ciudad si no de monumentos, sí monumental de conjunto, en un bodrio urbanístico que hoy da vergüenza enseñar al visitante. Y en ello siguen.


Ahí está el monumento a los Coloraos con su vocación frustrada de monolito, esperando a que un día de estos lo saquen a un sitio donde poder cruzarse con el horizonte. Entre tanto andamos en el temor de que el día menos pensado enferme de piedra la portada  de la Catedral  y vengan los cucos, los listos de siempre, y nos vuelvan a dar, por tontos, un cambiazo monumental.








domingo, 8 de agosto de 2021

Y EN VELEFIQUE, TRIANA



Y EN VELEFIQUE, TRIANA.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 8 de agosto 2021


"Hace muchos años cuando se andaba de vinos por el centro de Almería nunca faltaba quien acababa proponiendo "cruzar a Triana" es decir: pasar del centro de la ciudad a la margen izquierda de la Rambla, a la zona de enfrente, camino de la Estación, Altamira…  un barrio en el que los bloques de pisos, ganada ya la partida a los bancales, iban haciendo proliferar los bares; y aquello que evidentemente era una broma que ascendía a río Guadalquivir la rambla de Belén tenía, sin embargo, mucho de serio.


Consultando el catastro del Marqués de la Ensenada de 1752 me encontré ante uno de sus ingenuos dibujos que -sin querer, pues no se hicieron para eso- aportaron algo de  ilustración a la aridez tributaria de  su  contenido; era un plano del lugar de Velefique, perteneciente con Gérgal y Febeire al señorío marquesal de Bacares; y en el que se representaba el pueblo y al otro lado del arroyo de Febeire escrita la palabra "TRYANA", y entonces recordé en vivo aquella población de la sierra de los Filabres, bonita y acogedora como la casa a la que fui invitado por María Lara y Manolo Beltrán, desde cuya puerta se podía ver el barrio trianero al que se accedía por el puente del camino del Castillo, cuya ruinas apenas se dejaban ver, mimetizadas ya con la pizarra del monte.


Podría decirse que al nacer ya traemos instalada la definición de Triana en modo de diccionario: "célebre barrio sevillano…"  y aunque es verdad que decir Triana es traer Sevilla a la mente, tampoco es mentira decir que ella no está sola, que hay muchas trianas salteando nuestra geografía y todas tienen en común un río, un barranco… un cauce que las separa del núcleo primitivo de población y las encara para que se miren, para que se arranquen a bailar, pues todas son ojitos derechos, hijas emancipadas, que se han ido a vivir enfrente para no perder de vista a su madre.


Con el nacimiento el bautizo y con este el nombre, no tardamos en buscar orígenes y  etimologías poniendo la lengua más que al servicio de la historia y la verdad, al de la vanagloria y, a lo grande, a la Triana de Sevilla la hicimos Traiana, Trajana, nada menos que por el célebre Trajano quien partió niño aplicado de la mano de su padre de la Bética a Roma para ser emperador y no consta, él se lo perdió, que hubiera pasado una temporada entre los velefiqueños. En cualquier caso se hace difícil creer que aquel hombre que conquistó la Dacia para que fuera, y lo sigue siendo, Romania por Roma, se tirara el pegote de autodedicarse el más célebre de los barrios sevillanos; discreto para emperador, se conformó con una gran columna en Roma,  bellísima y esculpida, que es todo un canto de sus ejércitos a su grandeza trajana.  


Ni al césar ni a dios lo que no es suyo, hay quien atribuye la procedencia del nombre a "tris ana", matris ana, o sea: madre Ana, que ya es rizar el rizo para que el famoso barrio sevillano le deba a su santa Ana -además de intercesión divina, gracia, arte y velás- el nombre… pero esta atribución que podría tener un cierto sentido en Sevilla no tiene ninguno en Velefique a cuyo barrio de enfrente, de seguir el mismo criterio, le habrían tenido que llamar "tris roque", patris roque, por ser San Roque, el del perrito del rabo cortado, su santo patrón… 


Por mucho que choque con nuestros delirios de grandeza, a las cosas grandes no hay que magnificarlas; lo son y lo saben ellas y lo sabemos todos sin necesidad de probanzas épicas o religiosas, dioses ni reyes. La realidad de la que siempre andamos huyendo sin éxito, se encarga de hacer todo más sencillo y cosas como la geografía, son las que mandan en la toponimia de los asentamientos: que están  en el río, en el mar, en el monte, arriba o abajo… O enfrente, en la Atrayana que es lo que  llamaban los árabes, que sabían latín y el significado de trans, al arrabal situado al otro lado del río. 


Como para ser triana tan solo se necesitaba voluntad y tener un cauce, no es de extrañar que proliferaran en la península y hasta navegaran a Canarias y aún a nuestras Indias Occidentales a las que, por cierto, bien pudieron llamar en vez de América, Triana por estar enfrente de España, a la otra orilla del mar, que al fin y al cabo no deja el Atlántico de ser un cauce aunque, eso sí, inmenso, infinitamente mayor que el río Guadalquivir y el arroyo de Velefique…


Y que los motivadores de las trianas de Jaén, Málaga, Murcia...Totana tiene dos grandes barrios: el del norte, curiosamente llamado Sevilla y bajo él, rambla de la Santa por medio, Triana; lo mismo que ocurre en Las Palmas en la que a continuación del casco primitivo existe la calle mayor, antaño barranco separador de un barrio que fue bautizado Triana, según cuentan los historiadores canarios, por unos sevillanos llegados a poblar con  la conquista, como si fuera cosa de nostalgia de emigrado, lo que si en este caso puede tener cierta lógica, repobladores llegaron, es algo que no funciona con Velefique a donde nadie llegó a repoblar desde Sevilla.


Como tampoco nadie fue de tierras almerienses a fundar allí triana alguna; Triana nació con Sevilla y de los primeros sevillanos que cansados pronto de que las barcas fueran siempre de ida y vuelta decidieron un día que se pudieran quedar a dormir amarradas en la atrayana, al otro lado del río, a la vera del naciente caserío.. Y eso lo sabía todo el mundo pero con el tiempo, madre e hija, borrachitas de fama, buena y bien ganada, se olvidaron hasta del origen del nombre de la niña y tuvo que ir Velefique a poner respetuosamente la mano en el hombro a Sevilla y decirle por lo bajito que ella también tiene una Triana que voló de casa para posarse enfrente, al otro lado del barranco de Febeire… y entonces recordó el porqué del nombre y el día en que, en barca y sin pagar dinero, cruzó el Guadalquivir su hija bonita, la que había parido una mañana de abril de hacía dos mil años… y hasta le pareció oír a lo lejos contar a El Pali en latín por sevillanas: 

 "Sevilla tuvo una niña 

 y le pusieron Triana".



LA ORGÍA DE ALBA



LA ORGÍA DE ALBA. En femenino plural.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 26 de julio de 2021.

"Contaba mi padre que en los años veinte siendo estudiante en Sevilla las veces que los compañeros de facultad se iban de vinos recibían como agua de mayo la llegada de un hombre mayor que les pagaba las copas con la condición de que el grupo lo admitiera dándole trato de "señor marqués". La juerga bien valía la misa y todos rendían pleitesía a aquel personaje divertido y noble, al menos de corazón, hasta el punto de haber elegido para su título inventado el nombre saltarín de Marqués de las Cabriolas dejando claro con ello su ninguna intención de engañar, de que nadie lo pudiera confundir con aquel que falsea para medrar.


El hombre hacía aquello en busca de compañía, con la buena fe que a lo grande persigue la creatividad en el Arte, en cuyo ámbito  no es que se pueda sino que es imprescindible hacer uso de la fantasía con todo lo que se pinta, se musica o se escribe. Si los personajes son frutos de nuestra imaginación, dueños somos de sus biografías, pero si pertenecen a la realidad, el relato, la novela histórica exigen información plena sobre los novelados, tal como la recaba Galdós sobre los protagonistas tan bien resucitados de sus Episodios.


Ahora cuando el respeto a la imprenta y la radio lo hemos trasladado a los nuevos medios, cualquier cosa la damos por válida con la sola garantía de verla enmarcada en internet, que es como me he encontrado la historia truculenta que narra una orgía ofrecida un día de San Fernando de 1798 por la duquesa de Alba. Su autor, por lo visto medio pelo en el mundo de las letras, ha recurrido a un invento disparatado  del que me ocupo en su contenido y no en su literatura.


El lugar, un palacio que no nombra y es el de Buenavista, telón de fondo de la Cibeles madrileña. Ambiente decorado por Goya, el menú rico, un poco cateto, jamón y marisco, y en el aire el aroma fragante de las hierbas afrodisíacas. Asistentes: la alta sociedad, militares de relumbrón, los embajadores de Inglaterra, Francia, Holanda… el de Japón, exótico, inexistente y falso como el de Suecia un Jean Bernardotte que ni conoce el país del que le tocará ser rey por la tómbola de Napoleón... como tampoco esperaba ser cronista de este fiestorro y lo fue por invento de nuestro falsario…


El eje macho sobre el que pivota este disparate es la duquesa de Alba presentada, vaya novedad, como amiga de Goya y también como administradora indiscreta de su viudedad reciente al mostrar sus debilidades en sociedad, faltando así al luto por su difunto marido y primo, nuestro XI marqués de Los Vélez.


Por diversión, la competición, como no, de sexo: para ellos la penal, en el más equívoco sentido de la palabra, para ellas la senil, que ya me entienden… Si la primera fue suspendida, la segunda tuvo recorrido de principio a fin: baronesas y condesas, marquesas y duquesas en cueros, son las encargadas de servir el morbo pues siempre lleva la mujer la peor de las partes en la mejor de las películas porno. 


De los siete baronesas ninguna es real, desde la de Rinini, tan de opereta, hasta la de "etcétera", son todos falsas, como las condesas, si se exceptúan las de Elda, Chinchón y Haro, fácilmente sacadas de cualquier libro de arte por haber tenido la fortuna de posar para Goya. 


Las marquesas, todas de pega, salvo un par de ellas que están extraídas también de alguno de los muchos ensayos de arte que versan sobre el genio sordera por el que fueron tan bien pintadas: la de Santillana y la de Santa Cruz. Otras dos marquesas que podrían ser ciertas son, sin embargo, falsas por imposibles: la marquesa consorte de Cullera, a la que no la imagino compitiendo en senos y haciéndose con el trofeo en la modalidad de caídos -qué quieren ustedes a sus setenta años de entonces- mientras tenía a su marido en casa tan enfermo que falleció a los pocos meses. Y la de Cartago, un milagro de marquesa que asistió, non nata, a la orgía ducal un siglo antes de que se creara el título en 1894 por el niño rey Alfonso XIII.

  

Salvo la de Osuna, también sacada por haber posado para el pintor aragonés, las duquesas son, amén de inventadas, de cachondeo y aún dulzonas y melosas, cómo la de La Alcarria. Tres de ellas, si bien verdaderas, son imposibles: la de San Fernando que fue a la orgía diecisiete años antes de que se creara el título ducal en 1815; la de Bailén, primera duquesa consorte que nunca existió, llegó a aquel desmadre cuando aún faltaban treinta y seis años para que el rey Fernando VII creara el título en 1833 para el general Castaños, héroe indiscutible de la independencia -nunca casó- y de la zurra al francés en 1808; la futura duquesa de Segovia, de soltera Emmanuela de Dampierre, llegada a pecar, presurosa, ¡ciento quince años antes de nacer!..


Y es que para bienmentir hay que tener imaginación… sí, pero sobre todo información y memoria, cosas que se echan de menos en la confección de este engendro literario que en su mala intención oculta que es novelesco y no va en serio, mientras trata de darle un tinte de verdad, de hacer pasar por sana la fantasía pocha. 


Frente a los que pretenden insultar a la Historia no valen risitas cómplices cuando la cosa toca a las nobles, a las reinas; igual lo harían con nuestras madres, con nuestras mujeres, de convenirles y si no reparen en el trato dado a las diablas que aparecen por cuatro cuartos en los programas basura de las televisiones.


Las mujeres que nos precedieron, por lejos que en el tiempo estén, merecen un respeto; insultarlas es tan cobarde  y ridículo como burlarse de un toro desde la barrera; en nada contribuyen cosas como estas al conocimiento de las protagonistas de nuestro pasado, que hoy viven en sus descendientes; nobles o no son reliquias del ayer a las que, en vez de presentarles los respetos, vamos y les metemos el dedo en el ojo y les mentamos sus muertos. Para eso ya tenemos a la leyenda negra. Se empieza insultando a la culta marquesa de Santa  Cruz y se acaba dando un empujón a la estatua de Isabel la Católica."



TRASPORTE AÑEJO EN ALMERÍA


TRANSPORTE AÑEJO EN ALMERÍA. Los abuelitos del autobús

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 28 de julio de 2021.

"Miércoles 21 de noviembre de 1900. Un coche Marot y Gardon, pistoneando, sube el Paseo de Almería, tras él los niños con el dedo en la nariz tal como siguen a la banda de música cuando toca de pasacalles; desde la acera y los balcones la gente mira incrédula y en la calzada los mulos y caballos, se asombran acentuando sus ojos con las orejas de punta… 


Así es como llega el automóvil a Almería, de "'sport", disfrazado de curiosidad, de espectáculo, cuando es un avance técnico venido a dar la puntilla al carromato y dejar en el paro a las mulas de la diligencia que aquella tarde, visto lo visto, hacen muy preocupadas el paso de El Cañarete, mucho más avisadas ellas que el poeta vituperador en verso del primer coche:  


"Negruzco y trepidante mamotreto/

que despides olores pestilentes /

y aturdes con tu estrépito a la gente, / 

que te ve con terror, no con respeto."

Menos mal que a mitad de composición se le encendió el caletre  y viró hacia la duda: 

 

"Tal vez tu mecanismo, hoy incompleto,/

logre delirios que en tu afán intentes/

y un día con sorpresa nos presentes/

ventajas que hasta aquí son un secreto."


Y se puso del lado de las mulas: quizá recordara el hombre, como las bestias más veteranas del tiro, la visión fantasmal del coche de tres ruedas que vieron en el Paseo, vísperas de Navidad de 1900.


En 6 de mayo de 1908 entra en el puerto el vapor Cabo Roca, uno más de los muchos que vienen a por uvas y emigrantes. De la visión del Paseo han transcurrido siete años que no será nada  para un tango, pero para un invento, como para un preso, es una eternidad: y han ocurrido muchas cosas; ha venido un par de coches de tres ruedas, el de don Ramón Orozco y el de de don Federico Fischer, los dos Berna del Sr. Bartolí… y se ha establecido la matriculación y con ella el AL-1 el Ariel del granadino don Luis Bardón, el AL-2 el Gobron-Brillié del virgitano don Francisco Joya y los cuatro locomóviles a vapor John Fowler, AL-3, 4, 5 y 6.


La Spanish Motor Transport con sede en París y Londres los trae con la intención de crear las primeras líneas de autobuses de Almería; del barco a la matrícula, y ya AL-7, 8 y 9, de cabeza a la carretera. A las 8 de la mañana del martes 12 de mayo de 1908, del solar garaje de General Tamayo, 1 se inicia el viaje a Berja por Adra: las ventanillas del vehículo enmarcan las cabezas con gorras de ingenieros de: Toll, jefe de Obras Públicas, Cervantes de Obras del Puerto, Gómez, Molero, Pírez y Donoso...  y entre ellas el bombín del gerente don Francisco Lázaro y el único sombrero de copa: el del barón Edg de Marçay, consejero de la compañía y no florero decorativo, como suele,  sino un noble francés de categoría en el mundo del motor y de la aerostática, inventor de coches y globos y, por invertir, accionista del casino de Montecarlo, en donde gana sin apostar.


Todos disfrutan de la velocidad y el paisaje sin contrariedad alguna,  a no ser las miradas malintencionadas que de reojo le echaron las mulas de la diligencia al cruzarse en el llano de Dalías… A las dos horas y media entran en la plaza de Berja, sorprendiendo a los vecinos que se admiran de ver un vehículo mucho  más grande que el Gobro Brillié de don Francisco Joya que lleva cuatro meses en el pueblo dando pistonazos en falso sin competencia ninguna. Palabras y almuerzo en el casino y a las cinco de la tarde, como el humo de los puros, la expedición se esfuma de vuelta para Almería.


A los dos días hacen el viaje por la carretera de Granada hasta el sitio de Los Imposibles, 25 kms. en una hora y cuarto; las cuestas subidas al vértigo de 35 km por hora. Dos viajes, dos éxitos, pero no tardaron en surgir los problemas y la empresa no encontró otra solución que el cese de Lázaro, el almeriense inspirador del proyecto, convertido por la injusticia en cabeza de turco… con bombín. Los autos venidos para red provincial de Almería terminan aquel verano como la primera línea interurbana de Almería, un trae y lleva, de once horas desde las 5 de la madrugada, a 15 céntimos el bañista, desde Puerta de Purchena al Recreo cuando no acerca gente al tren y a los toros o uva al puerto.


Tras pila y banquete, toca ahora tratar del bautizado aquí presente en una ilustración preciosa, mejorada por la pericia de Juan José Salvatierra y que solo le falta hablar… Es uno de  los tres Vitrac Dugelay, para 17 personas y 600 kg. de equipaje; tiene el vehículo todavía mucho de lo que fue: diligencia que ha escondido sus 24 caballos en el motor y ha cambiado faroles por faros de carburo. De los tres choferes, uno al volante y dos de pie, delante y detrás del coche, conocemos sus apellidos pero no sabemos en qué cara ponerlos: Wolft, Monssy y Moquetier; si ellos casi, anónimos plenos son sus ayudantes: sobre el capó, en la escalerilla y, sentado entre dos, en el estribo…


Por placer, o deber, viajan los doce pasajeros; la mala costumbre de no identificar las fotos lo hacen incógnitos,  solo por uno de los tantos milagritos que el Museo de Terque obra, sabemos que entre las caras que nos miran se halla la de Eufrasia Guevara, una de las dos jóvenes que con sus padres va a Almería a hacerse la prueba de su vestido de novia... o eso creo, que es ventaja que nos da lo indefinido para modelar la historia. Como creo ver, de pie en la berlina, a un propietario satisfecho de ir al cierre exitoso de una operación uvera. Para la foto, Cánovas con su sombrero se ha subido al imperial, el gallinero, donde andan tres braceros que terminado el engarpe de las parras van al embarque de su uva… 


Mientras al costado del coche se lee "Almería - Los Imposibles". ¿A que suena a reto? Y lo fue; y además airoso, pese a los contratiempos iniciales. No hace falta sino mirar a nuestro alrededor para ver como ruedan los nietos grandotes y bien criados del abuelito autobús."



EL ESCULTOR JUAN CRISTÓBAL.


EL ESCULTOR JUAN CRISTÓBAL. Granadino de vocación

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 12 de julio de 2021. Foto ilustración revista La Esfera.

"Es verdad que los sueños se desvanecen rápido, pero se ve que algunos, los nacidos como excepción de regla, son inolvidables; como si me acabara de despertar de él recuerdo uno de mi ya lejana infancia: trato de trepar por la fachada de una casa cuando aparece un enano que sin dejar de reír, unas veces se arrastra y otras salta, impidiendo a manotadas el que me agarre a la reja… desesperado, cojo un tubo de hierro y trato, impío, de aplastar al burlón sin éxito alguno pues siempre llegan lentos y a destiempo los golpes que le dedico. Impotente, despierto y estoy cogido a la barra fría metálica del cabecero. Como para mover la cama...


Por eso se salvó el enano. De ahí el origen del sueño que solo es creación onírica en la pelea pues el resto no es sino un reflejo fiel de la realidad: tendría yo once añillos y desde mi colegio de los Capuchinos de Madrid cada vez que tenía ocasión corría a una casa de la calle Londres, esquina S.O. con Campanar y, reja arriba, me encaramaba a un ventanal tras cuyos vidrios se me abría un mundo mágico con personas, animales y cosas misteriosas que no lograba identificar. Un mundo inmóvil lleno de vida para mis ojos niños y en el que raramente hallaba presencia humana y cuando esta se presentaba era el toque de retirada, de la vuelta al suelo para evitar ser descubierto.


Pero lo que más me llamaba la atención de aquel mundo congelado eran dos caballos sobresalientes por enormes e iguales como iguales eran sus jinetes por allí apeados, de pie con las piernas abiertas y dispuestos a la montura lo que les daba un aspecto un tanto ridículo que a mi me recordaba al de las primeras figuritas de plástico de los juegos de indios y vaqueros siempre atentos a mi orden de cabalgada.


En el pedestal del caballo más cercano había una inscripción grabada que yo copié en mi memoria:  "Don Rafael Leónidas Trujillo Molina Benefactor de la Patria", frase de la que, aparte de Don  Rafael, ninguna palabra entendía; pocos años después supe que Leónidas era uno de los modos que la América hispana tiene de rebajar los nombres recios, de pila a telenovela; supe del empeño de Trujillo por beneficiarse, dictando, de la patria Dominicana y supe también que Juan Cristóbal Gozález era el escultor, el dios creador de aquel mundo maravilloso.


Conocimientos ampliados cuando me convertí en yerno, admirador y amigo de Jesús de Perceval quien me aportó más datos sobre el escultor al que él había conocido siendo niño por medio de Zuloaga y ya de joven a través de su profesor de modelado Nicolás Prados. Cuando le conté mis escaladas infantiles, me refirió que Juan Cristóbal solía reunir allí a artistas y escritores, originándose unas tertulias muy interesantes que en invierno eran además heroicas cuando el estudio se tornaba congelador, con un frío que pelaba y congregaba a todos alrededor de una gran estufa de hierro.

 

A tiro abierto, el voraz calentador demandaba con frecuencia carbón que era encargado por Juan Cristóbal a un hombre mayor que por allí andaba semi camuflado y sin integrarse ni intervenir jamás en la reunión y lo hacía con una orden imperativa que era acatada con evidente disgusto por aquel sufridor; compadecido Perceval, en un aparte entabló con él conversación y en ella trató de disculpar al escultor, achacando aquel tono a cosa de artista… hasta que el hombre le dijo: "ya, ya… pero es que soy su padre".


Desde aquel momento la admiración del pintor por Juan Cristóbal dejó de ser total para ceñirse al artista y, la verdad, con independencia de cualquier justificación, para tener a un padre así acogido mejor ningún amparo; podría haber hecho lo que hizo con su madre Ohanes: tenerla lejos del corazón, no frecuentarla y hasta a la hora de nombrarla llamarla Granada. Un dolor, sí, pero de ojos que no ven.


No acierto a comprender el porqué de este reniego de patria chica de Juan Cristóbal; es como si al haber perdido a su madre biológica hubiera perdido también a la gentilicia. Como si la pronta inseguridad que le deparó su pueblo se hubiera tornado acogida en Granada a donde llegó de niño y se inició de artista, transformando su gratitud en devoción algo que, aún comprensible, no debería suponer la negación de su tierra pues por necesidad lo es el emigrante y no la niega.


Y no lo hizo en tres como San Pedro sino en un millar de veces y quizás por eso el almeriense le nombre en mil ocasiones paisano en desagravio de las tantas que él lo ocultó. A pesar de esta negación continua no deja Ohanes ni Almería, de presumir de hijo. La verdad es que no hay nada como una madre a la hora de perdonar. Y algo de madre tenemos todos a través de la capacidad de idealización con la que, sin otra herramienta que la mente, dulcificamos las esquinas agresivas  de las cosas al tiempo que desdibujamos sufrimientos y experiencias negativas, todo un autoengaño surgido de la necesidad de crearnos el mundo bueno que nos merecemos. 


Por eso el almeriense tiene idealizado a Nicolás Salmerón quien salido joven de Alhama reaparece ahora, bronce y muerto de un siglo, para hablar con El Cañillo de la Puerta de Purchena y ahí está ufano de haber hecho al fin algo por Almería. Como idealiza a Juan Cristóbal y al maestro Padilla cuyas relaciones con la tierra fueron laborales: el himno de la Patrona y el busto de Navarro Rodrigo, música y escultura a cambio de dinero.


La del carbón como la de la abjuración de patria son, por supuesto, dos malas notas para el artista pero no dejan de ser dos pequeñas miserias en su ejercicio de hombre y a las que urge idealizar: reparemos no en su lado oscuro sino en el de la luz de su mucha obra de arte, una legión a cuyo frente va -con un toque de Moisés a caballo que ha cambiado las tablas de la ley por la espada- El Cid de Burgos que ese sí que era un benefactor de patria y no el patizambo Trujillo que vi de niño en el estudio de Juan Cristóbal, el escultor almeriense que no sé por qué decidió un día hacerse granadino de vocación."







!OTRO ESCUDO GRITANDO!


¡OTRO ESCUDO GRITANDO! Rey Chico, okupa en Fuente Victoria.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 4 de julio de 2021.

"A gritos proclama un escudo de Fondón que su casa es de los del Moral y no de "las Godoyas" con el mismo ningún éxito de mis quejas en este diario y ante aquel ayuntamiento del que no he merecido respuesta alguna a no ser la oficiosa, advertencia sutil incluída, que se me dio hace unos días por parte de alguien que suponía con sensibilidad histórica: que yo era solidario con el escudo por ser ¡toma ya! " pariente consorte de los del Moral".


Si ahora descubre mis lazos de familia con las aves estoy perdido: parentesco tan cercano [somos bípedos en primer grado…] además de exponerme a las iras de algún bruto, invalidará por interesada mi petición de que el ayuntamiento de Laujar restituya los cuervos a su escudo oficial… e invalidará también mi empatía con unas palomas heráldicas empeñadas las pobres en devolver su nombre original a una de las casas más bonitas de nuestra Alpujarra...


El lugar de Cóbdar de Andarax de los árabes se llamó luego Presidio, hasta que en la segunda República, pensando que el nombre venía de cárcel y no de lugar principal, se le denominó Fuente Victoria para pasar después a acrecentar el término de Fondón hasta que finalmente quedó constituida en entidad local.


Menos mal que el alto Andarax no es tierra cargada de escudos; de haberlo sido, no un grito sino un clamor es lo que resonaría en el valle por el continuo maltrato de obra y de palabra infligido a su patrimonio desde la impunidad, sin que sirva de nada la protesta, pues no hay nada como un sordo voluntario para pasarse el grito de una piedra por el arco del triunfo al tiempo que coplea aquello de la Piquer: "No me lo cuente vecina / que no me quiero enterar".


Bueno, pues si no quiere que se lo cuenten, ampliaremos los gritos para que al menos se enteren los alcaldes de Fondón, Laujar y Fuente Victoria, que entre sus obligaciones está la de combatir el embobamiento ante lo foráneo mientras se abjura de lo propio por creerlo inferior, ninguneando así a quienes arraigaron en la tierra, se entregaron a ella y en ella dejaron sus corazones latiendo, si no por su sangre sí por sus obras. Entre las que, por supuesto, se cuentan sus casas, tal como esta que desde mediados del siglo XVIII adorna Fuente Victoria, un privilegio por sí misma, por sus fundadores, el paisaje y el mucho campo a ella vinculado según muestra su almazara. La "Casa Grande", cuyo blasón de piedra decía ser propio de los Palomar como ya escribí y dibujé en mi libro Los Escudos de Almería publicado en 1986.


En 1753 la habitaban dos huérfanos de catorce y doce años, don Manuel y don Pedro Palomar de Estrada -así, con el "don" de los hidalgos- tutelados por la madre y el padrastro. No he podido precisar lo que aconteció con estos dos pobres niños ricos; tal vez murieron jóvenes… o fueron heredados por los descendientes de su tío Andrés de Palomar, pleiteante por su nobleza en 1775 ante la Real Chancillería de Granada… pero el caso es que acabó faltando descendencia directa a comienzo del siglo XIX y gran parte del patrimonio pasó a un ilustre linaje capitalino con el que había enlazado por el casamiento de Juliana Palomar con Lorenzo Puche. En tiempos de José Puche y Perceval, alcalde de Almería y su último alguacil mayor perpetuo, se produjo en 1820 la supresión de los mayorazgos, liberadora de sus propiedades para la venta.


Venta que al igual que ocurrió con la de los bienes desamortizados, supuso la decadencia de la casa a la que sin duda ayudó la de la minería, causante en gran medida del empobrecimiento del pueblo; el edificio fue ganando abandono y cerca de la ruina andaba ya cuando en los años cincuenta empezó el turismo y entonces una lumbrera de la tierra, Bernardo Martín del Rey, poeta e historiador, presunto, vió cómo estos reparaban en la casa y no tardó en responderse su propia pregunta poniéndose él por medida: "esto tan admirado no puede ser de uno de los míos, de uno como yo…" y se le encendió el candilillo y ¡hala! sin importarle historia ni documentos se revistió de archivero de Almería, presunto, de fabulador, cierto, y endosó la casa a Mohammad XI, último rey de Granada, Boabdil para los enemigos, Rey Chico para los amantes de la comparación. 


Pero una cosa es que el osado imponga nombre y otra que los que pagan el bautizo ni siquiera lo cuestionen. ¿Es que acaso volvió el rey llorón, zombi de doscientos años, a pasar el resto de su eternidad en Presidio? No imagino de anfitriones a los Palomar para quienes Boabdil era la encarnación del mal y antes se hubieran dejado aspar que alojarse   ; como tampoco veo al sultán de las llantinas interesado en ser huésped forzoso por muy bonita que la casa fuera.


Ya hemos visto cómo en ausencia de los dueños, uno de esos que hacen suya hasta la caspa ajena, invitó al Rey Chico, no a pasar unos días, sino a quedarse para siempre en la casa. Ni los Palomar se merecen esto ni Boabdil está dispuesto a consentirlo... ¡Pues no es nadie él para aceptar vivienda cristiana, habituado a vivir, como vive, fantasma, en la Alhambra, la casa mora más bonita del mundo! Por otro lado, no sé a qué viene tanto miramiento con Boabdil. ¿Qué hizo por la taha de Andarax que en señorío le dieron los Reyes Católicos?  Pues venderla, echar unas lagrimitas cocodrilas y salir corriendo a embarcar en Adra rumbo a Marruecos con ochenta millones de maravedíes en la buchaca. 


Si en su día era explicable que desconociéndose la identidad de los fundadores de la casa se recurriera a este invento, ahora, cuando se sabe, resulta inaudito el mantener esta atribución, agravio a la Historia y desprecio de sus protagonistas. Menos mal que el destino es sabio y propició que los Palomar se fueran de Presidio al hoyo sin saber que la tontuna le acabaría robando a su casa el nombre del linaje para dárselo a un rey enemigo, ante la indiferencia de todos.

De todos menos de las palomas de su escudo que zurean cada vez más alto, hasta llegar al grito, indignadas de tener al Rey Chico, okupa en Fuente Victoria.




LAUJAR ES LISBOA. Y AL REVÉS.



LAUJAR ES LISBOA. Y AL REVÉS. Cuervos en la fuente mayor.

Articulo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 30 de mayo de 2021. 

"Francisco Villaespesa ya era desde niño experto en sacar poesía hasta de la piedra: y así cantó al escudo de la puerta de su casa y de su linaje: "¡estrellas para el amor / castillos para la guerra¡ " y a los pilares de Laujar: "Seis fuentes tiene mi pueblo / y aquel que beba sus aguas / tal sabor a gloria tienen / que nunca podrá olvidarlas", tal como si hubiera visto la inscripción de la fuente del Marqués en Vélez Blanco: "Qvi gvstat hos latices non oblibiscitur uncuan", que vino a decir lo mismo pero en latín y dos siglos antes.


Y si se entretuvo el poeta en contarlas, seguro que no se le pasó por alto la fuente Mayor, en cuyos caños apagaría mil veces los acaloramientos de sus juegos infantiles, pero fue una pena que no la mirara, que yo sepa, con ojos de poeta; de haberlo hecho hoy tendríamos un bello poema sobre esta obra de agua y prestigio del siglo XVII. No podría Villaespesa, tan ocupado el hombre en fuentes árabes y ornamentales, reflejo de perlas y odaliscas, dedicar su arte a esta tan cristiana y tan utilitaria, espejo de caras de labradores y bestias de labor y culos de cántaros…


Una fuente con el abrevadero formado por una moldura grande y abultada aportadora de peso estético a la obra y base de un tablero con tres casetones: los laterales para los caños con mascarones hombriplantas de un renacentismo rezagado y el central para una cartela ovalada en la que en un latín erosionado se puede casi leer que la fuente es fruto del trabajo del municipio de Laujar de Andarax... y de Diego de Tortosa, vecino de Huécija, buen maestro en obras y aguas, pero vanidoso: ni rey, ni corregidor ni alcaldes ni regidores tienen mención en la obra pública… Velázquez, con lo artista que era, no se hubiera atrevido a retratarse en Las Meninas, él solito sin reyes ni infanta, sin damas ni gentilhombre...


En la cima de la fuente solo queda el aro de la corona original, la real española de diademas de perlas rematada por el orbe y la cruz, o sea: la parte más calada de la talla y, en consecuencia, la más débil, de ahí que se hiciera añicos al golpe de la primera rabieta republicana. La corona culminaba la fuente como culminaba todo lo público en aquel año de gracia de su construcción de 1684 en que era detentada por la magestad tan católica como enfermiza del infeliz rey Carlos II.


Bajo la corona, hoy muñón informe, cubo sin asas, el precioso escudo ovalado: sobre olas, un barco con vela hinchada y el gallardete aspado de San Andrés al viento, un cuervo en proa y otro en popa y, en punta, una fortaleza... y es aquí, en la piedra, cuando el blasón cobra vida y da la palabra a los cuervos - que tan bien y seriamente hablan, no como los loros- para que nos cuenten como es él el más barroco de los motivos de la fuente, como lleva siglos representando a LAUXAR DE ANDARAX, la "capital" de la Alpujarra, con permiso de Ugíjar. Como ellos mismos, los propios cuervos, navegantes con viento en popa, se bastaron solos para gobernar la nao con la que recogieron el cuerpo de San Vicente, en su Cabo del Algarve para llevarlo a Lisboa. 


Fueron de luto, como enlutados van siempre todos los cuervos desde que en el año 304 en Valencia velaron el cuerpo del santo Vicente recién martirizado para evitar su profanación por las alimañas. Y por eso también han pintado la nao de negro. 


De piedra se quedan los lisboetas cuando un atardecer dorado de 1157 -el mismo año en que los árabes retoman Almería- ven entrar navegando sobre olas de verde y plata la negra nave con los negros cuervos; tan impresionados quedan que adoptan aquella imagen como escudo de Lisboa; lo mismo que hacieron los laujareños cuando días antes la vieron zarpar de la fuente.


Al escudo de Laujar, tan envidiado por heráldico, certero y antiguo, le han suprimido ahora los cuervos en su versión oficial; así, con un par, ha decidido alguien que las aves están de más y ante esto cabe preguntarse ¿por qué sobran los cuervos y no la nao, las olas o el fuerte?... ¿Y por qué no todo y así se queda el blasón vacío, hueco como la cabeza del que lo ha modificado? 


Que una cosa así lo haga un brincabalates es algo penoso pero previsible; lo que nadie puede esperar es que Laujar con su ayuntamiento excelentísimo, su iglesia santa  y su pueblo soberano lo acepten, permitan sin más la mutilación de su escudo, dejando al más primitivo, y bonito, de los blasones municipales labrados de Almería, sin la pareja de cuervos que conforma la figura mayor, si no en tamaño sí en simbología, al representar como representa a San Vicente Mártir patrón de la villa. Vamos, como si el oso fuera eliminado del escudo de Madrid  por un desocupado que a la hora de entretener ocio matara plantígrados en vez de moscas, que es lo que mata el demonio, tan malo él pero sin una pizca de tonto.


Se ve que no teníamos bastante con la eliminación de la fortaleza que, por querer diferenciarse, antiguamente había añadido Laujar o quitado Lisboa, pérdida esta de menor importancia al tratarse de una figura secundaria; en lo fundamental son ambos blasones hermanos y por eso es inevitable pensar en como hay ciudades en todo el mundo hermanadas por compartir nombre, origen, vecino ilustre… razones todas mucho menos potentes que la nuestra: compartir santo patrón y escudo y, además, de una forma maravillosa.


¿O es que acaso no les parece a ustedes mágico que vayan dos cuervos de Laujar a Lisboa, uno de capitán y otro de timonel, uniformados a la luctuosa, gobernando un barco con un santo en la bodega; que se hagan una "fotografía", siglos antes de su invención, y ambas poblaciones se prenden de ella y la adopten por blasón?  Ningún argumento podría tener más peso. Urge, pues, devolver al escudo los cuervos para que protagonicen, desagraviados y con todos los honores, el hermanamiento de ambas  poblaciones que desde aquí propongo en la certeza de que, al menos en lo heráldico, Laujar es Lisboa. Y al revés."



BALTASARICO DE CUEVAS

BALTASARICO DE CUEVAS. El valor de la tradición oral.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 24 de mayo de 2021.

"Cuevas del Almanzora, 1971. Pintaba yo en una explanada allá por el Cementerio cuando conocí a Baltasar, nolosé de apellido y poco que importa; guarda en un depósito de chatarra, lo único vivo entre tanto metal muerto, se ve que se aburría y se acercaba a mí, nunca supe si a verme pintar o a que le oyera hablar.  El caso es que durante unos días un par de artistas, uno que pintaba y otro que hablaba, celebraron una cumbre de alto nivel en un cerro chatarrero y panorámico.


Persona mayor a mis ojos jóvenes, bajo la gorra gris de visera, el ceño fruncido y la barba de días… aquel hombre serio hablaba ronco y como si lo estuviera haciendo consigo mismo mientras miraba con un ojo guiñado unas veces al cuadro y otras al infinito, siempre pegado al labio el cigarro que le teñía el bigote de amarillo nicotina.  

A ratos crítico de arte detectaba en el paisaje al óleo la desaparición de un poste de la luz, la ventana de más, el exceso de gris en el cielo… y me lo hacía saber pensando que eran aquellos, fallos y no intenciones mías.


Su aspecto hosco y huraño encerraba un tanto de ternura que fue en aumento a medida que lo fui conociendo a través de las muchas cosas que narraba -eso sí, como si se las contara a otro pues raramente me miraba al hablar- la mayor parte de las cuales se me han borrado que es lo que suele ocurrir con todo cuanto, confiados, echamos en el cesto sin culo de nuestra memoria… 


Recuerdo una anécdota que me llamó, cómo tantas de las suyas, la atención: resulta que allá por los años veinte con ocho o diez anillos vivía en Las Herrerías donde su padre trabajaba de minero; cada día su madre lo mandaba a subirle el almuerzo al padre y allá que emprendía Baltasar la cuesta arriba con la talega de las energías al encuentro con su progenitor. Y lo hacía sin vagueza alguna, pues está claro que uno solo mide esfuerzo cuando compara y él no lo hacía, tenía que subir y subía. 


En aquellos ascensos solía coincidir con un ingeniero, barba blanca y traje a juego, quien detenía su coche descubierto y grande, de muchos caballos invisibles pero sonoros y alzaba su voz sobre la del motor para más que hablarle gritarle:

-"¿Qué, Baltasarico, a llevar la comida a tu padre? y sin esperar la respuesta que ya conocía terminaba diciéndole:

- "Te llevaría en el coche… pero cuando mañana subas y yo no pase se te hará la cuesta más larga" y al tiempo que le dedicaba sonrisa de despedida metía la marcha al auto y continuaba hacia la mina por el mismo camino que acababa haciendo, suda que te suda, nuestro Baltasarico quien dicho sea de paso -de muchos pasos, que de eso iba- hallaba desde su inocencia niña totalmente justa y razonada la explicación de aquel técnico, superior en todo menos en aquello de la caridad.


Tiempo después de oír esto, conocí la existencia del arqueólogo Luis Siret, belga y sin embargo amigo de España y apasionado de su historia remota; ví su foto, barba blanca, traje a juego, lo supe ingeniero y vecino de Las Herrerías y llegué a la conclusión de que conductor e historiador eran una misma persona. Idea que pronto pude desechar cuando reparé en que jamás se le hubiera pasado a Baltasar por alto el dato del fuerte acento francés con el que el célebre arqueólogo pronunciaba su español perfecto. Eran, pues, personas distintas y entonces respiré aliviado, ya a salvo del batacazo que nos damos cada vez que da un simple tropezón cualquiera de nuestros admirados.


En otra ocasión me refirió sus primeros días de la Guerra del 36; con un montón de mozos reclutados, con armas, alimentos y vehículos requisados, salieron de Cuevas con la única uniformidad de un trapo colorao al cuello y la intención de salvar Murcia de los sublevados. En La Bayabona se unieron a otros de Vera… y carretera y manta: Huércal-Overa, Puerto Lumbreras... 


Cuando aquella tarde, ya Lorca pasada, llegaron a la hermosa finca de San Julián, el señor conde de ese nombre, su dueño, había puesto prudente tierra por medio y en su representación, es un decir, quedaron los guardeses que miedosos y sin autoridad alguna recibían a la gente más como posaderos que responsables. Calmada la sed, hicieron una descubierta por patios y establos en busca de poder convertir el hambre en apetito… y saciarlo.


Corrales y gallineros vaciados, cuando se pusieron en marcha ningún animalito cantaba en San Julián que no fuera la dichosa chicharra de julio...  Baltasar, de pie sobre la caja de la camioneta, mirando sobre el techo de la cabina hacia al punto de fuga de la carretera, con el ojo guiñado como luego miraría mis cuadros, se dijo por lo bajito y clarividente: "Así no ganamos esta guerra..."


Y siguió hacia Murcia la expedición, columna, turné, gira...  que no sé lo que aquello era pero ser fue y, como tal, le asiste el derecho y el deber de figurar en la Historia, siempre tan necesitada del contrapunto de lo modesto a tanta grandeza y épica. 


Desde pequeño me encantó oír anécdotas de los mayores, narradas con misterio y confidencia, como guardándose de oídos indiscretos pero dejando a los tuyos que se empaparan y así fui sabiendo de infidelidades, bandolerías, guerras civiles... fechos y fechorías que despertaron en mí el interés por la Historia. 

Así, con mayúscula, que es como ha de escribirse la Historia, hasta la que se ha dado en llamar menor, la que aporta el día a día que engrandece a la que dicen mayor, la de los reyes y batallas, conquistas y monumentos… y si no, díganme qué sería de la Historia grandota sin la animación de gente como Baltasar, un hombre bueno con nombre de rey mago que ejerció de guarda de chatarrería y a veces de cronista y crítico de arte. 


Nunca recibió regalo de los Reyes y pienso que lo tenía aceptado con la misma naturalidad con que comprendía al ingeniero que jamás le ahorró la cuesta; quizás pensara que con su nombre no estaba él para recibir regalos sino para hacerlos. ¿Y los hizo? Yo no sé a otros, pero a mí sí me obsequió con el regalo hermoso de sus confidencias."




MARIPOSAS EN LA PUERTA DE PURCHENA


MARIPOSAS EN LA PUERTA DE PURCHENA. Vuelos masónicos sobre Almería

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 25 de abril de 2021.

"Un día de 1911. Se han dado los últimos retoques al edificio Campos levantado en la Puerta de Purchena; una nueva obra de la burguesía almeriense que ha ido alzando sus viviendas sobre los solares de la muralla y sus contornos, como si con ello rematara al antiguo régimen cuyas casas comienzan en las callejas del otrora intramuros a languidecer, a ser historia, a mirar con envidia a las del nuevo Paseo: la del último Casino hoy Gobernación, los edificios del viejo Correos, el Círculo Mercantil…

En la terraza brindan por la obra la propiedad, el trabajo y el arte representado este por el arquitecto don Trinidad Cuartara Cassinello -en adelante don Trino- el único que solo acerca los labios al vaso por cumplir, pues no está el hombre para copas con setenta y seis años de los de entonces, achacoso y a unos meses de partir. Por un momento se aparta del grupo, sube a la torreta, alza los brazos y cuando parece que va a dar el do de pecho en una ópera de la tierra italiana de sus ancestros, de las mangas de su levita surgen unas libélulas que toman raudas para el cerro sancristobalino y unas mariposas que se van situando sobre la barandilla, en la postura incómoda en la que las coloca el amor-odio de sus coleccionistas y despreciando, nunca sabremos por qué, su posado en las palmas, flores y guirnaldas talladas del edificio.

Cuando al fín don Trino se dispone a bajar del terrado mira al paisaje y por su cabeza pasa toda su obra en pos de una Almería horizontal; se siente satisfecho y hasta cree ver sobresalir, allá por Plaza Vieja, su monumento a Los Coloraos, "el Pingurucho", como se conocía desde su inauguración, aquí, en Puerta Purchena en 1873 y luego, ya ante el Ayuntamiento, "Pinchos de Cuartara" por la bola con rayos de sol con la que el arquitecto sustituyó al primitivo ángel, un ser inventado, nada en el sentir masónico para el que no existe un dios imaginado que esté en todo, sino que todo lo que en la vida está es dios.

Ya en la calle, con la vista busca el arquitecto a sus insectos: de las libélulas ni rastro, pero sobre la barandilla siguen las leves mariposas, dioses por reales, que tienen la virtud de pasar por transformaciones maravillosas a los ojos de todos y más a los de don Trino que se llamaba "Labrousse” cuando fraternizaba en la logia almeriense “Amor y Caridad”... vamos: que era masón, sin que esto y el ser arquitecto sean cosas que tenga que ir necesariamente unidas, aunque los masones estén llamados al arte de Vitruvio como hijos que son del "Gran Arquitecto del Universo" y a los arquitectos les suene a llamada la insignia de la masonería: compás, escuadra y plomada, claves para la realización de sus proyectos. 

No habían pasado sesenta años de aquella suelta de insectos cuando la magia que asistió al arquitecto se tornó negra transformando la Almería de sus sueños, horizontal, pegada a la tierra, a dios, en la de nuestras pesadillas elevándose al cielo en busca de la especulación urbanística. ¡Qué disgusto se hubiera llevado don Trino de haber visto su horizonte roto, su obra de Puerta de Purchena sumida en el abandono, sus mariposas agonizantes, despintadas, escamadas sus alas de óxido!…

Hartas de ver pasar historia de Almería, rara vez apartan los ojos del infinito, la última cuando miraron con el rabillo izquierdo la llegada en 2005 de don Nicolás Salmerón, paseante en bronce, a la plaza y se alegraron de ver al hijo de aquel médico que además de cuerpos trató de curar, otros dicen que perder, almas, fundando en Alhama una de las primeras logias que tanto tuvo que ver con la expansión de la masonería en nuestra tierra.

Hace años, en una de esas veces que miras y además ves, me encontré con la Casa de las Mariposas; la miré de abajo arriba, que eso es respeto, y la vi nave recién calafateada, velas nuevas, espléndida a sus cien años cumplidos: la torreta, castillo de proa y en su barandilla las mariposas -doce más una, el número de la transformación- en perfecto estado marinero de revista, como si hubiera vuelto a su rescate su capitán armador al que me pareció ver tras ellas. 

Luego supe la realidad, nunca mágica; y es que en eso que suelen hacer las entidades bancarias en descargo de sus conciencias, decidieron la compra y el remozado del edificio y, cómo no, con voluntad y cuartos, lo consiguieron y el rojo volvió a las mariposas monarca, tan tiffany, tan norteamericanas ellas. Me alegré tanto que hasta me pareció verlas moverse al compás de la palanca que labrada en el dintel de cuatro de los balcones de la casa, se ofrecía al hombre para ayudarle a mover su lastrado espíritu...

No fueron solo insectos lepidópteros los que se sacó Cuartara de las mangas aquel día de inauguración; frente al vuelo sedante y algodonoso de las mariposas, siempre indeciso al posado, el de las libélulas que como el del hombre cuando busca la perfección, es de cambio repentino ante la primera idea que se le viene a la cabeza. Por eso cuando salieron de la levita de don Trino no se fueron a la barandilla como las mariposas sino que tomaron las de San Cristóbal y en el trayecto dos de ellas pensaron lo que pensaron, giraron de súbito y se estrellaron sobre los cierres de la casa veintitrés de la calle Antonio Vico. Y allí siguen, petrificadas, colgantes modernistas al cuello de dos mujeres jóvenes que al pronto parecen idénticas hasta que la primera de las siete diferencias del pasatiempo nos las descubre mellizas, que no gemelas: una apenada, la otra con unos ojos apagados que tiene mucho de las fotos post morten del siglo XIX.  

La vida y la muerte de las que tanto saben las simbólicas mariposas de vuelo colorido y brillante pero insonoro y ceremonioso, de reinas de la discreción... la discreción que las salvó de la quema, y ahí están, la discreción que no tuvo el blanco y radiante monumento de Los Coloraos y fue derribado por doña Posguerra no por lo que de rojo tenía, nada, sino por ser columna pater masónica... y pregonarlo."








EL PALACIO DE LA CALLE INFANTA


EL PALACIO DE LA CALLE INFANTA

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de  7 de marzo de 2021.

"Es frecuente ver en la calle Infanta  turistas ante el palacio que acaban de descubrir camuflado y semioculto por  árboles destartalados… cejas fruñidas en busca de información, se encuentran con un letrero, oficial y cicatero, diciéndoles "qué e lo que e", pero ni pío sobre lo que fue  y de ahí su comentario: "sí, ya... Archivo Histórico Provincial… pero esto sería otra cosa"

¡Pues claro! Pero no me voy a poner a informar a tontas y a locas -con perdón- a quienes no me lo piden; usted tampoco lo ha hecho pero entiendo que cuando va ya por esta línea del artículo es que quiere que le cuente algo. Y a eso voy. Allí estuvo la casa del Gobierno hasta que fue convertida en la de ahora por el arquitecto Trinidad Cuartara en 1892 para palacio de don Francisco Jover y Tovar, tercera generación de una saga de comerciantes a gran escala que nació con Fernando VII, anduvo a gatas con Isabel II y creció con ella y con sus Alfonso, XII y XIII niño. 

Don Francisco había casado con doña Melania Jouffroy d'Abbans, una condesa francesa nieta del inventor del barco de vapor, a la que se le hacían en Almería los días largos y sobre todo las muchas noches en las que el marido planeaba en junta sus estrategias comerciales; arreciaba entonces el aburrimiento y allá que se iba a la casa de don Juan del Moral y doña María de Perceval en la calle del Cid hoy Eduardo Pérez. Su llegada la anunciaban unos leves toques de nudillos sobre el portón seguidos de su anuncio: ¡Je suis Mèlanie! en una voz dulce, casi imperceptible, que le abría la puerta de inmediato pues era, con su español perfecto de fondo y galo de forma, una mujer de mundo, inteligente, guapa y divertidísima.

Se le quedaron pequeños los grandes negocios de siempre, la minería, la uva, la exportación, la banca... y fiado en sus éxitos don Francisco acudió a novedades y con ellas a fianzas millonarias y al final ocurrió lo inevitable: la caída, simbolizada por el negocio del alambre de parral, una exclusiva que acabó llevando a pique la nave de sus negocios.

Y ya saben lo que suele ocurrir cuando comienza el barco a hundirse, la señora condesa cogió a sus dos hijos, Pedro y Francisco, y se fue a la francesa, sin despedirse de nadie, si acaso de su marido, eso sí, en su voz dulce y casi imperceptible de siempre: "¡au revoir cher François!"

La espalda de su mujer representaba la de la sociedad almeriense; se acabaron las adulaciones, los coches de caballos de tiros largos, los bailes y agasajos. Atrás quedaron los invitados en el palacio y en la hermosa finca de Gatuna, aún sobre Alhama camino de Roquetas, lejos el mecenazgo a los poetas, a los pintores Giuliani y Bedmar... 

Lejísimas las visitas con grandes de la corte, de su hermano don Pedro Jover, diplomático y gentilhombre, del que se decía que por ser algo más que secretario de la Infanta Eulalia de Borbón, la más pequeña, guapa y rebelde de las hijas de Isabel II, fue ahogado en alta mar en 1901 cuando venía de delimitar Río Muni, germen de la Guinea Española hoy Ecuatorial y desastrosa. 

Cuerpo al mar, en alma lo trajeron las olas 

para ejercer de calle postinera en Almería, zombi ilustre con un tiro en la sien que nunca sabremos si fue suyo, como quería lo oficial, o regalo ajeno; no parecía hombre de quitarse así los  problemas y eso creyó siempre su hermano don Francisco quien predicó con el ejemplo de su entereza cuando llegaron las subastas de sus cortijos, de sus casas, entre ellas esta, su palacio, que pasó por el trance de verse desnudar en público por la venta en almoneda de su esplendoroso mobiliario, de sus buenísimos cuadros y esculturas, de su impresionante librería...


Él se mudó a vivir enfrente, en uno de sus  almacenes -"3, rue de l'Infante" que escribiría su Mèlanie- y allí moró, invisible a los ojos de los que en tiempos se dijeron sus amigos, a los de la ciudad y la política que lo usaron de abogado, alcalde, diputado a Cortes, consejero del banco de España, conseguidor en Madrid... Solo unos pocos le tendieron la mano: don Juan del Moral Almansa, aún perdidas las fincas con las que avaló, le nombró comensal perpetuo a su mesa y aunque él acudió los primeros días pronto dejó de hacerlo en atención a su orgullo, permitiendo tan solo que en la discreción de la noche una criada le llevara la cena de casa.


Al poco fue a vivir a una casa del Muelle salvada de la quema y allí se dedicó a escribir, muy bien por cierto, sobre Almería en revistas locales y nacionales. Cronista de la ciudad, académico de la Real de la Historia, caballero de las órdenes de Isabel la Católica y Leopoldo de Bélgica… los negocios ya en el olvido, en 1922 murió don Francisco y con él estos Jover de origen catalán llegados a Almería vía Gibraltar como Los Coloraos y, como ellos, liberales aunque con un siglo de suerte.


Su palacio se tornó residencia de ancianas, eso sí, distinguidas, en una época en la que si había clases hasta en los entierros ¿como no las iba a haber en las vísperas? Autorizadas a llevarse mascota y aún algún mueble recordatorio de sus glorias, la señora Gorostizaga -madre de Luis Úbeda, la primera y mejor pluma del movimiento indaliano- se llevó consigo el piano, cuyas notas salían a pasear todas las tardes por el bello jardín, un macetón de tierra elevado entre gruesos muros, ya colgante cuando  se asomaba a la calle Real y que acabó convertido en una residencia de monjas dedicada al servicio doméstico, todo un guiño a aquellas señoras de gato y piano, venidas a menos y que encontraron en este caserón su penúltima morada.


Hace unos años el mismo lumbreras que perpetró el solado de la plaza de Careaga colocando allí unos familiares suyos, los adoquines en bruto, decidió noramala dar empleo en la calle Infanta a otros parientes, los tipuanas, feos árboles agandulados de flor anaranjada y pringosa ahora dedicados en tronco y rama a ocultar el monumento. Y nosotros tan frescos. Encantados de echar telones en nuestro escenario urbano. Como si nos sobraran palacios que enseñar."