¡¡SE ME APARECIÓ LA VIRGEN!! Una Almería del siglo XVIII
Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almeria del 30 de agosto de 2021.
"Buscando una cosa siempre te aparece otra. Tras un grabado perdido del Archivo Municipal andaba cuando de pronto se me ha aparecido la Virgen del Mar en las manos generosas de Juan José Tonda: un cuadro de la patrona de Almería, de los muchos que la devoción popular le dedicó en el siglo XIX; pintado en 1864 por Juan Fernández, a quien sé mejor pintor que aquí aparenta por dos cuadros suyos que hay en casa fechados en 1841.
Virgen, blasón y angelotes constituyen la aportación del artista, un tanto fría y gloriosa que nada añade en lo histórico a Almería, al contrario de lo que ocurre con la parte inferior de la obra en la que el pintor copia de otra del siglo XVII, un fragmento de interés con una vista de la ciudad animada por personas y animales evocadores de los cuadros barrocos de Martínez del Mazo y en la que ha echado a volar dos ángeles de escudo gritando a voz en cinta: "Dichosa ciudad de Almería", no se sabe si por la Virgen, o por la inminencia de la primera República anunciada por la corona mural y el anhelo del célebre don Ramón Orozco, probable autor del encargo… o tal vez por la vista de la ciudad que es por lo que yo, poco pío y aún menos político, me inclino llevado de mi obsesión histórico artística.
Compartiendo mula con el prior, la Virgen llega por la playa imposible de El Cañarete, como si en vez de en la Torre García, hubiera aparecido en la de La Garrofa. ¿Y por qué no? ¿Es que no se ha venido la puerta del Mar o tal vez la de Purchena a hacer de castillo de San Telmo? ¿Es es que acaso tiene norma el belén para colocar el camino de los Reyes Magos? Vienen por donde ellos quieren, que es por donde queremos nosotros y si esto lo hacen los Reyes, qué no podrá hacer la Virgen. Pues todo. Hasta tener casa dónde quiera. Ya la tuvo en un barco. Y en una torre vigía. Y ahora la del santuario con sus dominicos se ha trasladado extramuros para recibirla, y salir en la foto, posando en lo que es hoy la avenida del Ancla que ya tendrá luego, vía milagro, tiempo para darse la vuelta y retornar a su lugar con el ama dentro.
Se esmeró el artista decimonónico con los personajes y animales de la obra de su lejano colega barroco y recrea una procesión nada acorde con la humilde comitiva con la que el prior trajo en 1502 a la que habría de ser patrona de Almería, en una burra con dos peones armados y un puñado de aldeanos de El Alquián, La Cañada y Los Molinos de Viento... Como la leyenda se agranda con la fe y los años, en el siglo XVII ya es cortejo a caballo, presenciado por damas y caballeros tan engalanados que invitan a hacer de esta ciudad aquel fandango de Calaña: "Almería ya no es Almería / que es un segundo Madrid..." y eso parece en la pintura: una especie de corte opulenta que, sin muestra alguna de pobre ni menesteroso, recibe a la Virgen mientras un navío dispara salvas de honor, al unísono de la puerta del Socorro, tan oculta por el humo de la pólvora como la identidad del que la nombró en un viejo plano "de la Sortida" -la Salida en catalán- un lumbreras que al tiempo de descubrir que las puertas, igual que para entrar, sirven para salir, le puso en el mismo idioma la "Garrofa" a la Algarroba y el "Palmer" a El Palmar y se sentó a descansar.
Frente al cuidado del pintor al copiar personajes y animales, la desgana empleada con las fortificaciones que quedan imprecisas y pobres en detalles; una pena que obliga a nuestra imaginación a quitar lo poco sobrante y añadir lo mucho que falta, si es que queremos contemplar la vista marina de la ciudad tal como la vió hace casi cuatro siglos el artista anónimo, conocedor de Almería según confirma el paisaje cierto que hace de ella, la Vega, la punta del Río y el cabo de Gata en lontananza...
En el primer baluarte, ante el que asoman restos de la coracha de poniente, ondea la bandera bicolor, un anacronismo del pintor, ignorante de que en la época del cuadro original, en el siglo XVII, no existía la enseña rojigualda, que es cosa del rey Carlos III. Toda la muralla del Mar está representada en perspectiva cónica y en consecuencia un baluarte solapa al siguiente y a medida que se va alejando, la muralla se estrecha y difumina dejando ver en su promedio lo que parece ser la puerta del Mar, la torre sobre la que se inclinan dos palmeras tal vez enraizadas en el huerto del convento de la Trinidad, luego el baluarte de Santo Domingo y la coracha de levante y, ya al final, en el punto de fuga, el principal de la perspectiva por el que se nos van las miradas al infinito, se ve bracear al viento una cruz de aspas de lona blanca diciendo con voz lejana de horizonte ¡Soy el molino del grabado perdido!..
El ingenio del que les hablé en este mismo Diario hace ahora un año y sobre el que se retrató la Virgen del Mar dándome así pie para llamarla Molinera; no fue pues sueño mío, sino realidad plena el grabado que en el archivo vi hace más de cuarenta años: el molino de la Torre del Obispo, que no sabía yo que los prelados de Almería, además de las de la catedral fortaleza, tuvieran torre en la muralla y encima con molino añadido.
Esta obra sirve de consuelo para la perdida del Archivo del Ayuntamiento, pero no la sustituye, pues era aquella mucho más cercana y documental, un grabado tan interesante que no se merece vivir secuestrado. Al ver que ni respuesta mereció mi denuncia formal ante el Ayuntamiento, me he visto en la obligación de acudir al señor Obispo de la Torre del Molino que a mi ruego ha dictado la excomunión para su raptor. Temblando estará el pillo. Yo creo que es solo cuestión de siglos su reaparición. Ya me veo gritando, poseso y con la boca prestada de mi tataranieto: ¡La Virgen! ¡¡se me apareció la Virgen!!"