MARIPOSAS EN LA PUERTA DE PURCHENA. Vuelos masónicos sobre Almería
Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 25 de abril de 2021.
"Un día de 1911. Se han dado los últimos retoques al edificio Campos levantado en la Puerta de Purchena; una nueva obra de la burguesía almeriense que ha ido alzando sus viviendas sobre los solares de la muralla y sus contornos, como si con ello rematara al antiguo régimen cuyas casas comienzan en las callejas del otrora intramuros a languidecer, a ser historia, a mirar con envidia a las del nuevo Paseo: la del último Casino hoy Gobernación, los edificios del viejo Correos, el Círculo Mercantil…
En la terraza brindan por la obra la propiedad, el trabajo y el arte representado este por el arquitecto don Trinidad Cuartara Cassinello -en adelante don Trino- el único que solo acerca los labios al vaso por cumplir, pues no está el hombre para copas con setenta y seis años de los de entonces, achacoso y a unos meses de partir. Por un momento se aparta del grupo, sube a la torreta, alza los brazos y cuando parece que va a dar el do de pecho en una ópera de la tierra italiana de sus ancestros, de las mangas de su levita surgen unas libélulas que toman raudas para el cerro sancristobalino y unas mariposas que se van situando sobre la barandilla, en la postura incómoda en la que las coloca el amor-odio de sus coleccionistas y despreciando, nunca sabremos por qué, su posado en las palmas, flores y guirnaldas talladas del edificio.
Cuando al fín don Trino se dispone a bajar del terrado mira al paisaje y por su cabeza pasa toda su obra en pos de una Almería horizontal; se siente satisfecho y hasta cree ver sobresalir, allá por Plaza Vieja, su monumento a Los Coloraos, "el Pingurucho", como se conocía desde su inauguración, aquí, en Puerta Purchena en 1873 y luego, ya ante el Ayuntamiento, "Pinchos de Cuartara" por la bola con rayos de sol con la que el arquitecto sustituyó al primitivo ángel, un ser inventado, nada en el sentir masónico para el que no existe un dios imaginado que esté en todo, sino que todo lo que en la vida está es dios.
Ya en la calle, con la vista busca el arquitecto a sus insectos: de las libélulas ni rastro, pero sobre la barandilla siguen las leves mariposas, dioses por reales, que tienen la virtud de pasar por transformaciones maravillosas a los ojos de todos y más a los de don Trino que se llamaba "Labrousse” cuando fraternizaba en la logia almeriense “Amor y Caridad”... vamos: que era masón, sin que esto y el ser arquitecto sean cosas que tenga que ir necesariamente unidas, aunque los masones estén llamados al arte de Vitruvio como hijos que son del "Gran Arquitecto del Universo" y a los arquitectos les suene a llamada la insignia de la masonería: compás, escuadra y plomada, claves para la realización de sus proyectos.
No habían pasado sesenta años de aquella suelta de insectos cuando la magia que asistió al arquitecto se tornó negra transformando la Almería de sus sueños, horizontal, pegada a la tierra, a dios, en la de nuestras pesadillas elevándose al cielo en busca de la especulación urbanística. ¡Qué disgusto se hubiera llevado don Trino de haber visto su horizonte roto, su obra de Puerta de Purchena sumida en el abandono, sus mariposas agonizantes, despintadas, escamadas sus alas de óxido!…
Hartas de ver pasar historia de Almería, rara vez apartan los ojos del infinito, la última cuando miraron con el rabillo izquierdo la llegada en 2005 de don Nicolás Salmerón, paseante en bronce, a la plaza y se alegraron de ver al hijo de aquel médico que además de cuerpos trató de curar, otros dicen que perder, almas, fundando en Alhama una de las primeras logias que tanto tuvo que ver con la expansión de la masonería en nuestra tierra.
Hace años, en una de esas veces que miras y además ves, me encontré con la Casa de las Mariposas; la miré de abajo arriba, que eso es respeto, y la vi nave recién calafateada, velas nuevas, espléndida a sus cien años cumplidos: la torreta, castillo de proa y en su barandilla las mariposas -doce más una, el número de la transformación- en perfecto estado marinero de revista, como si hubiera vuelto a su rescate su capitán armador al que me pareció ver tras ellas.
Luego supe la realidad, nunca mágica; y es que en eso que suelen hacer las entidades bancarias en descargo de sus conciencias, decidieron la compra y el remozado del edificio y, cómo no, con voluntad y cuartos, lo consiguieron y el rojo volvió a las mariposas monarca, tan tiffany, tan norteamericanas ellas. Me alegré tanto que hasta me pareció verlas moverse al compás de la palanca que labrada en el dintel de cuatro de los balcones de la casa, se ofrecía al hombre para ayudarle a mover su lastrado espíritu...
No fueron solo insectos lepidópteros los que se sacó Cuartara de las mangas aquel día de inauguración; frente al vuelo sedante y algodonoso de las mariposas, siempre indeciso al posado, el de las libélulas que como el del hombre cuando busca la perfección, es de cambio repentino ante la primera idea que se le viene a la cabeza. Por eso cuando salieron de la levita de don Trino no se fueron a la barandilla como las mariposas sino que tomaron las de San Cristóbal y en el trayecto dos de ellas pensaron lo que pensaron, giraron de súbito y se estrellaron sobre los cierres de la casa veintitrés de la calle Antonio Vico. Y allí siguen, petrificadas, colgantes modernistas al cuello de dos mujeres jóvenes que al pronto parecen idénticas hasta que la primera de las siete diferencias del pasatiempo nos las descubre mellizas, que no gemelas: una apenada, la otra con unos ojos apagados que tiene mucho de las fotos post morten del siglo XIX.
La vida y la muerte de las que tanto saben las simbólicas mariposas de vuelo colorido y brillante pero insonoro y ceremonioso, de reinas de la discreción... la discreción que las salvó de la quema, y ahí están, la discreción que no tuvo el blanco y radiante monumento de Los Coloraos y fue derribado por doña Posguerra no por lo que de rojo tenía, nada, sino por ser columna pater masónica... y pregonarlo."
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