sábado, 7 de agosto de 2021

PEORES QUE FALSOS


PEORES QUE FALSOSA.

Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 15 de marzo de 2020

"Era muy  niño cuando pasé de la afición al cromo a la del sello, su hermano serio y distinguido, y en ella estuve hasta que jovencillo, me apasioné por el arte y las cosas animadas y cambié de afición, arrinconando aquellas estampas para siempre. O al menos eso creía yo.

Hace más de cuarenta años, quién sabe si guiado por la nostalgia, llegué al mercadillo de los sellos de la Plaza Mayor de Madrid y sin saber cómo -dicen que lo que se es de niño se es siempre- me vi inmerso al cabo de tantos años en el escenario de mi niñez coleccionista.

Aquella feria ya no se ceñía al rincón noroeste de la plaza, sino que había multiplicado por mucho su extensión y la variedad de su contenido; los sellos tradicionales tenían ahora que compartir espacio, no ya con las monedas y las vitelas de puro, como siempre, sino con coleccionables de lo más variopinto entre los que hallé unos peculiares sellos y monedas de cartón que son los  motivadores y protagonistas de estas líneas.

Abundantes en extremo, eran como diosesillos que andaban por todos los puestos y, según ellos mismos proclamaban en sus textos, procedían de nuestra guerra civil y la inmediata postguerra. Confieso que en un primer momento me resultaron atrayentes, pero no tardó en encendérseme el piloto rojo de la duda.  

¿Cómo había sido posible que unos sellos tan abundantes y llamativos no los hubiese visto jamás por la  Plaza Mayor? Desde niño sabía que si se buscaba un sello o una moneda, real o falso, y no aparecía en aquel santuario de la filatelia no es que faltara, es que, simplemente, no existía. Así es que si no los vi fue, sencillamente, porque aún no los habían inventado. Contestada esta pregunta ya sólo podía darme respuestas. 

Aquellos sellos se presentaban sueltos o en pliegos dentados para su división y hasta que esta no se producía, el total del reverso mostraba una sola ilustración de parecida estética y variada temática y cromatismo: el legionario, el divisionario azul, las enfermeras... todo un lujo que los hacía hermanos imposibles de los pobres sellos oficiales, los de verdad, los que solían ser, como los quintos, de talla corta, austeros y monocromos, acordes con la miseria de su tiempo.

No figuraba en ellos paternidad clara, no eran sellos del estado, de correos, de diputaciones ni de ayuntamientos, sino que aparecían como cupones de racionamiento, hijos de la Beneficencia, de la Checa, de la CNT, de la División Azul… de entidades difusas elegidas con el fin de que los catálogos especializados y los archivos no nos confirmaran su ausencia y con ella su falsedad.

Por el carácter masivo de la falsificación aparecían estampillas de infinidad de ciudades y pueblos de España y, por supuesto, de  Almería y a estos les dediqué mayor atención por apego a la tierra y por limitar de algún modo aquel océano de inventos. Con los sellos aparecían también unas monedas de cartón  simulando ser de la capital, Adra, Berja, Bédar, Dalías, Cuevas.... y otros muchos nombres de pueblos que habían pasado de dormir tranquilamente entre las páginas de cualquier listín de teléfono a bautizar "monedas" de la República gracias a unos estafadores,

Unos estafadores rematadamente vagos y poco estudiosos que ignoraron que para mentir bien hay que informarse; son cosas de primer curso de Estafa Filateliconumismática, recabar datos históricos del país y de los pueblos, comparar cronología y tener todo en cuenta para evitar lo que ellos no evitaron: el ridículo. 

El ridículo inmenso de inventar unas monedas republicanas de cartón de 1937, de pueblos que entonces eran cortijadas, anexos o simplemente no existían: El Ejido creado en 1981,  La Mojonera, en 1984, o Balanegra, en 2015... Un cerro de casos esperpénticos en cuya cima figura la "moneda" de Almerimar, "acuñada" cuando solo era un llano costero, sin casas ni nombre y al que le faltaba más de treinta años para nacer y ser bautizada así, como lo que es: una urbanización veraniega de El Ejido.

Un fraude dañino para el bolsillo del que pica y sobre todo para la inteligencia del coleccionista que si jamás acepta el llenar el hueco del ejemplar perseguido con uno copiado, por muy bién que haya sido reproducido, difícilmente dejará entrar en su colección unos ejemplares como estos que nos ocupan que no son falsos, sino inventados, unos sellos y monedas ful que nunca existieron y ahora tratan de colarnos por cosas originales y de época. 

Los coleccionistas, que no toleran copias ni inventos, perdonan y aún buscan los falsos de época, aquellos sellos y monedas que aún siendo más falsos que Judas, suplantaron a los originales, circularon y tuvieron la valentía de llevar una carta o pagar un vino, con riesgo de su propia "vida" o de cárcel para su introductor. O sea: premian al falso que tuvo las narices de vivir con la realidad al margen de la ley. Unos auténticos héroes que poco tienen que ver con los simples sellos y monedas falsificados y menos con estos inventados, que nada merecen por ser lo que son: peores que falsos.'


No hay comentarios:

Publicar un comentario