EL GRITO DE UN ESCUDO. La casa de los Moral en Fondón.
Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almeria de 22 de junio de 2020. Ilustración dibujo original del autor."Hasta el primer cuarto del siglo XIX en que se libera la minería era Fondón el clásico pueblo alpujarreño, uno de los cuarenta del partido de Ugíjar, con una población labradora de unas tierras en su mayoría propias del corto número de descendientes de los pobladores nobles llegados tras la rebelión morisca de 1568.
Entre ellos vino un Juan del Moral, tronco de un ramaje formador de una frondosa familia que ha perdurado hasta nuestros días y cuyos descendientes don Diego del Moral Campos y consortes emprendieron en el siglo XVIII un pleito contra el concejo y vecinos llanos y pecheros de Fondón para que les fuera reconocida una nobleza que de paso les eximiera del pago de tributos; es decir: que fueron a por honor … y pan, del mismo modo que antaño los pescadores gaditanos iban a sacar la patente de almadraba a la casa de los Medina Sidonia: "Por atún y a ver al duque".
Incoado en la Real Chancillería de Granada en 1726, fue aquel un dificultoso litigio que costó -amén de miles de reales en abogados, documentos, imprentas y genealogistas- desde una muerte por envenenamiento en aquella ciudad a penas de prisión y multas a los escribanos de Fondón y aún de Valdepeñas de Jaén, origen del primer poblador, por el falseo y ocultación de los documentos que eran favorables a la causa de los del Moral. Ganado el pleito en 1742, el mayorazgo construyó su casa y en ella puso su escudo -el moral arrancado con bordura de aspas y flores- como cimera de su tenaz lucha.
Mucho sacrificio para que un siglo después, la abolición de los mayorazgos acabara liberando estas casas a la hora de la herencia y la enajenación.
Desconozco el modo en que la vivienda pasa a los Godoy, otros nobles emparentados con los del Moral y que, al parecer, han sido sus donantes al pueblo para su uso cultural. Una acción loable y digna de todo reconocimiento: dedicatoria de calle, placa honorífica, título de hijo predilecto… cualquier cosa menos el borrado del apellido del que había levantado la casa a golpes de cuartos y no poco sufrimiento.
Muchas veces he pensado en cómo hubieran sido ante este cambiazo de nombre las actitudes de algunos vástagos señalados del linaje: La gravedad de don Diego del Moral, inquisidor general del reino de Murcia y poseedor de una buena pinacoteca, heredada por aquel obispado y por sus sobrinos fondoneros. La ironía de don Juan Gabriel del Moral y Villalobos, patrón de su capilla de la Concepción y autor de una de las memorias más frescas y auténticas de la invasión francesa, publicadas en 1908 por la Real Academia de la Historia. La incredulidad de don Sebastián del Moral, el caballero maestrante, dueño del cortijo de Cacín. La sorpresa de don Juan del Moral y de Almansa, mayorazgo de Mon, considerado con Giuliani y Bedmar uno de los tres mejores pintores de la Almería del siglo XIX. La perplejidad de don Jesús de Perceval y del Moral, célebre pintor y escultor, hijo predilecto de la ciudad de Almería.
Este muestrario ilustre del linaje debería bastar por sí solo para desautorizar el que ahora, por el solo mérito del apellido de sus últimos moradores, acabe la casa solariega de los del Moral en Fondón llamándose de Las Godoyas, así, en un femenino plural y caprichoso y además desafortunado al exponer a mala rima al sonoro apellido de Godoy.
Por justicia urge rebautizarla, devolverle el nombre que nunca le debieron quitar. Que la casa que ha llegado hasta nosotros íntegra en lo material, llegue también en su espíritu; aunque en este resida un punto de orgullo de linaje, una vanidad que a la postre resultó cosa buena al aportar al inventario monumental del pueblo una de las más bellas de sus casas barrocas.
Y es que al fin y al cabo la vanidad, sola o mezclada, es la madre honrosa de muchas obras de arte. La mayor parte de ellas impagables. Pero ya que no es posible pagarlas podríamos corresponder con algo tan sencillo como reconocer y perpetuar el nombre de su paternidad. Algo que se debería haber hecho ahora cuando la casa de los del Moral se ha remozado y luce, espléndida, como casa de la Cultura
Váyase, pues, el dichoso nombre de Las Godoyas, y desde allá dónde estas señoras se hallen confórmense -que estoy seguro que se conformarán- con ver el escudo de su linaje de Godoy en una hermosa casa de ladrillo frente a la iglesia y dejen -que estoy seguro que dejarán- que torne "al César lo que es del César", a Moral lo que de Moral era.
Desde aquí animo a la autoridad fondonera a devolver a la casa su nombre original en honor de su fundador pero sobre todo en honor de la Verdad y de la Historia. Para que cuando se la nombre suene acorde con la voz de piedra añeja de su escudo que no se cansa, machacona y cierta, de gritar: !del Moral..! !del Moral..! El acompañar al blasón en su grito será, sin duda, viva muestra de justicia. Y además de buen gusto. Piense, señor alcalde, que Las Godoyas más suena a nombre de grupo rociero que a palacio nobiliario o casa de la Cultura… "
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