La torre mayor de la Alcazaba.
Artículo de José Luis Ruz Márquez publicado en el periódico Diario de Almería de 22 de agosto de 2021. Dibujo original del autor.
"Recuerdo la primera vez que entré en Ibiza por la puerta del Mar de su imponente muralla y en el corto rato que tardé en traspasar aquel recinto acodado, túnel del tiempo de piedra añeja, me sentí como inmerso en Ávila, hasta que salí a la luz encalada de la ciudad vieja y entonces comprendí que solo un rey tan enlutado como Felipe II era capaz de llevar Castilla al Mediterráneo.
Algo parecido me ocurrió al acceder al recinto final de la Alcazaba, cuando cegado por la ruina luminosa del segundo cuerpo me hallé entre muros austeros con el escaso adorno de algún toque gótico como el de la portada de la torre; desde la plataforma y el espolón de la Pólvora la vista luminosa de la ciudad, su mar y su vieja chanca conservera. Y otra vez al verme rodeado de piedras serias, muchas hasta firmadas por sus canteros, me pregunté qué a quién demonios se le habría ocurrido levantar un castillo castellano dentro de la Alcazaba.
En el primer caso era obra nueva y en el otro la sustitución de una antigua y tengo que reconocer que no me causaron impresión negativa ninguno de aquellos hallazgos; en contra del cambiazo monumental que con tanta frecuencia se practica en Almería, a favor estoy de la conservación de la obra y de no ser posible, la sustitución por otra con la que el arte salga ganando.
¿Es que acaso salió perdiendo Córdoba cuando borró la basílica de San Vicente para ganar la Mezquita? En absoluto. No fue cambiazo sino cambio lo que el palacio de Carlos V hizo cuando se plantó en la Alhambra para sustituir unas dependencias árabes de escasa valía por toda una aportación para la historia del arte; cuadrado por fuera, redondo por dentro, puede que el palacio tenga un poco de gallina en corral ajeno pero eso es algo inevitable no solo en el corral de la arquitectura, sino en todos los corrales del arte; no es, pues, para avergonzarse el ser gallina y menos cuando se es, como nuestra fortaleza, gótica y lustrosa, de esas que aportan sangre nueva evitadora de endogamias. Si el mestizaje enriquece a los pueblos, la mezcla es la que calienta las grandes obras arquitectónicas, siempre frías cuando se mantienen en un solo estilo...
En todo eso iba pensando mientras me empleaba en el escudriño de este recinto del que luego supe que no siempre tuvo su patio aspecto de mirador turístico: un muro ocultaba la vista del mar mientras otro paredón enorme lo partía en dos, según confirma la herida dejada junto a la puerta de la torre mayor; y supe también que aquella obra comenzada por los Reyes Católicos no se vió coronada hasta los años de su nieto Carlos I, el que se transformaba en V cuando se revestía con el manto de emperador poniendo nerviosa a Europa y hasta al águila de su blasón que duplicaba su cabeza, como el rey el ordinal de su nombre, para repartirse quebraderos.
No eran épocas de tijeretazos de cintas y no vino el césar a Almería de inauguración, lo hizo por delegación que quedó plasmada en la cara de levante de la torre del Homenaje en forma de piedra heráldica poniendo a sus ancestros a mirar al cabo de Gata para que recibieran el primer sol del día, en el blasón de andar por casa: Castilla, León, Aragón, o en el completo que añade Austria y media Europa… que no se sabe por cuál de los dos optó el monarca, yo creo que por el primero, por el mismo que puso en la torre fuerte de la iglesia de Níjar o en la portada de la Catedral.
Y así anduvo el escudo, más de cuatro siglos mirando con melancolía a Lepanto hasta que ya en los tiempos de la decadencia total, cuando España toda entró en almoneda, los chamarileros guiris disfrazados de investigadores fueron comprando arte a precio de ganga… Si se atrevieron con castillos, iglesias, claustros y monasterios enteros cómo no iban a adquirir escudos de piedra por grandes que fueran como este de la torre, que marchó a Alemania de creer a Martín del Rey, que ya saben ustedes cómo se llevaba con la verdad… lo cierto es que la labra desapareció dejando en el muro una cicatriz grande pero que es de vacuna en un brazo comparada con la que dejó la extirpación del patio en el cuerpo del castillo de Vélez Blanco, en una operación hecha por el XVI marqués de los Vélez quien por unos miles de duros se vió convertido en excelentísimo antecesor de los pardillos de nuestra niñez a los que los anticuarios callejeros les iban cambiando la buena cerámica nijareña y valenciana por los malnacientes barreños de plástico…
Ahora sí, ahora no, la administración hurga en la herida del castillo velezano como si la quisiera infecta, viva, cuando hay que cerrarla y luego tratar de borrar su cicatriz con la mejor de las cirugías plásticas... y técnica no falta para que la copia fiel venida de Nueva York sea colocada con acierto en el patio fajardo. No he medido el escudo nijareño ni el hueco del de la torre de la Alcazaba, proporcionales parecen y no creo que entrañe problema el acomodo de la réplica heráldica contando con la ayuda inestimable de la escala y el pantógrafo copiador. Al proceder la copia de un original de la tierra no es de esperar rechazo alguno, sino al contrario pues habituada Almería a recibir de Níjar regalos -barro y jarapa, bodas y papas- este del escudo, sería el penúltimo, un presente en agradecimiento a las muchas veces que la ciudad acudió en ayuda de aquella villa, tan extensa de término como sobrada de peligro en su larga costa, tan difícil de guardar de turcos y berberiscos.
Ahora que anda de restauración la torre del Homenaje de la Alcazaba, es la ocasión para que venga a ella desde Níjar el escudo del águila bicéfala; la reproducción con la que mitigar el dolor un tanto gibraltareño que produce a los españoles sensibles las huellas de estas rapiñas. Y además sería todo un detalle felicitar así al emperador el año en que se cumple el quinientos aniversario de su triunfo sobre unos comuneros que perdieron la cabeza por querer devolvernos al Medievo."
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