sábado, 7 de agosto de 2021

LOLA ESPEJO OSCURO DE PERCEVAL




LOLA, ESPEJO OSCURO DE PERCEVAL

Artículo de José Luis Ruz Márquez  publicado en el periódico Diario de Almería de 21 de abril de 2020. Ilistración del libro, original de Jesús de Perceval.


"Si no veo, no me ven. Así espantan los pequeños a sus demonios. Los mayores recurren, al menos en lo que concierne al diablo literario, a un método también cegador pero retorcido; ellos no tapan sus ojos, cierran los de los demás, para que estos no vean las obras de los que están al otro lado de su pensamiento, de su ideología. Obras escondidas en una inmensa biblioteca oscura en la que no pueden leerse títulos ni autorías. Solo en el vestíbulo de aquella estancia es posible la consulta nítida y clara de las fichas de los autores en las que aparecen como facha, censor, falangista, delator… echando para atrás a cuantos pretendan entrar en aquel recinto del olvido en el que está Fernández-Flórez, en el que está Pemán, en el que están tantos.

Este año se cumple el 70 aniversario de "Lola Espejo Oscuro" la novela que depararía a Darío Fernández-Flórez el éxito negado por "Zarabanda", la primera de sus novelas, nacida muerta en 1944.  Una obra que constituyó el mayor éxito de la literatura española de posguerra, la más popular y editada de su autor quien, al calor del éxito, la estirará con segundas partes teniendo siempre por protagonista a Lola, una "chica  muy mona. Muy mona y muy cara”, una bella prostituta de lujo, castigadora de sus ricos clientes.

De los años de su inocencia, que alguna vez la tendría, del nacimiento y estancia de Lola en nuestra ciudad, de sus idas y venidas, se ocupó con la brillantez de siempre Antonio Sevillano en este mismo Diario de Almería (28/8/2014).

Lo mío se ciñe ahora a la relación de "Lola espejo oscuro" con Almería a través de Jesús de Perceval, su "paisano", el ilustrador de la obra en 1950 y  quien le puso cara con papel, tintas y maestría, convirtiéndose así en coautor del personaje; diríamos que Darío le pone el alma y Jesús el físico... el físico y también un poquito de alma. He querido creer que alguna vez en el barrio compartido, calles Real, Eduardo Pérez…, Jesús se cruzó con su belleza y desde entonces se conocieron... 

He pensado que tal vez no fuera solo la cara la aportación de Perceval al personaje. Siempre me pregunté si tuvo participación nuestro artista en la gestación y nacimiento de Lola. ¿Es posible que el personaje fuera sugerencia suya a Darío?

Él mismo Jesús me contó quién era la Lola real, cuál era su origen, distinto y escondido tras el nombre, Lola,  y el apellido Vélez, y cuál fue su recorrido vital. Reconocí la familia, y era creíble por indicios… algo que callaré siempre por carecer de la seguridad plena -aún siendo mucha mi fe en Perceval- y, sobre todo, del derecho a molestar a nietos suyos aún vivos.

En la primera de las dos ilustraciones hechas por Perceval en 1950 -el año en que nació la novela- la Lola de la sobreportada es contundente. Todo el espacio muestra el concepto que el artista tiene de la belleza femenina; la cabeza tocada de Lola luce como antecesora de la  "cabeza de mujer", temática practicada por el pintor durante gran parte de su vida artística; aquellas bellísimas testas percevalianas comparadas por Eugenio d'Ors con las de Miguel Ángel. Perceval ha aproximado al lector el rostro de Lola y lo ha acercado tanto que apenas le queda espacio para los inevitables guiños, en esta ocasión  paisajísticos, a su Almería: el mar y el blanco cortijo arcado.

En un nuevo ejercicio de amor por su tierra, nuestro artista en su segunda ilustración, también de 1950, refleja la salida de Lola por El Cañarete. Tal parece que hubiera cogido unas perras del legado de sus anónimos padres y, al consejo del artista, comprado un vestido de mojaquera, que  acaba de ponerse en la Venta Eritaña.

Se acompaña del gitano Juan, uno de los pocos hombres que salen bien parados en sus memorias, la mujer de este, una mona, palmera y chumbo. Al fondo el mar de la bahía, la Alcazaba y el castillo de San Telmo. Aparte de su proyecto no lleva Lola equipaje alguno; más que de viaje, pareciera ir de excursión -de gira, cómo se decía entonces- y así está captada por el pintor en el camino que serpentea entre riscos en busca de Aguadulce y la serenidasd del llano; una ruta que, por cierto, recorrí muchas veces, en la compañía siempre enriquecedora del artista.

Pasado El Cañarete ya no hay ilustrador, los paisajes del camino solo se impresionan en la retina de Lola. Adra es lo último que ve de su tierra almeriense; luego Ronda, Cádiz… unos años de allá para acá hasta recalar en un Madrid que se restriega los ojos recién despertado de la pesadilla de la guerra civil.

¿Vió Perceval a Lola en Madrid? ¿Salieron si es que alguna vez perdía su tiempo de oro nuestra cara meretriz?

Yo quiero creer que sí, que puso ella una pizca de ocio en el negocio y pasearon por Sol, por la Gran Vía, y que al pasar por la calle de los Peligros  juntos evocaron, entre risas y nostalgias, las Cuatro Calles de su Almería. 

¿Y por qué no? Estar dónde, cuándo  y cómo quieren, es uno de los muchos privilegios que gozan los personajes de fantasía."

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